Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
Noble y urgente tarea de una vida verdaderamente humana es la crítica. No la crítica mordaz y negativa con que solemos morder a los demás por envidia, resentimiento o estrechez de nuestro campo de conciencia.
De lado opuesto, existe el miedo a criticar cuando adulamos al jefe o al poderoso a fin de no perder privilegios o para obtenerlos en el orden económico, laboral, profesional. Criticamos a diario al igual; pero guardamos un silencio sospechoso hacia quienes nos favorecen y ayudan.
La verdadera crítica procede de una honda madurez personal. Es un juicio reflexivo, coherente y objetivo que nos lleva a interpretar las realidades de la vida así en sus aspectos negativos como en sus rostros positivos. De este juicio, debe derivar nuestra responsabilidad hacia la realidad juzgada; toda actitud crítica no es solamente una mera contemplación de lo que sucede en torno nuestro sino además un impulso a la acción responsable.
En este mundo complejo y cambiante en el que felizmente nos tocó vivir la formación de nuestra conciencia crítica es necesarísima brújula. Por un lado, el hombre está dejando de lado valores que nos parecían inmutables y seguros; y por otro, está alcanzando nuevos modos de pensar y actuar que, de golpe, nos desorientan e incluso nos angustian. ¿Dónde está la verdad y el bien? De ahí la necesidad de formar sólidamente nuestra conciencia crítica tanto frente a lo antiguo como frente a lo nuevo.
Una conciencia crítica parte de una correcta información. ¿Cómo juzgar sin elementos de juicio? En este proceso informativo, comencemos por juzgar las fuentes mismas de información. ¿Se trata de rumores, del interés de un grupo, de una publicidad engañosa, de un comunicador amañado de la prensa o de la televisión?
Después de la información, debe seguir la interpretación de la realidad. Esto es, ver los hechos, actitudes y declaraciones desde las causas que los determinan y desde los efectos que buscan. Urge verificar por qué las cosas son así y para qué las cosas son así. Sucede que a veces colamos un mosquito, pero nos tragamos un camello.
La realidad no está en torno nuestro tan solo para que la interpretemos y la juzguemos; sino para que la transformemos mediante el esfuerzo común, programado y lúcido, más allá de la actitud de los burgueses que viven satisfechos de sus comodidades y cerrados en sí mismos cual tortugas (con perdón de las tortugas).
Eso que llamamos en abstracto la historia y el porvenir de la patria o del mundo, no es más que el resultado de acciones y actitudes concretas de unos hombres y de unas mujeres heroicos que conocen, enjuician y se comprometen con su realidad. De ellos será el reino del futuro.
Publicado en El Sol de México, 3 de agosto de 1994; El Sol de San Luis, 20 de agosto de 1994.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de febrero de 2023 No. 1439