Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.
“No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande”. William Shakespeare
Palenque, Bonampak, Chichén Itzá, Tulum y Uxmal constituyen ahora el derrotero de centros ceremoniales del Área Maya que concitan al turismo mundial más abigarrado de los últimos cuarenta años. También, por ello, la zona que más se sobreexplota en pos de la ganancia inmediata a despecho de la defensa integral del patrimonio, comenzando por el ecológico.
Pero siendo aquí nuestro interés primario seguirle la andadura a la visión sagrada de los pueblos de indios, tal y como se organizaron en el marco de la evangelización de la Nueva España a partir de 1523, digamos algo de cada uno de ellos.
Palenque (Casa de Serpientes en nuestra lengua), en la zona de Chiapas, fue la cabecera de un reino más que belicoso, esto es, que defendió y ensancho sus dominios a sangre y fuego mientras les fue posible, pero también pactando con el enemigo a través de alianzas nupciales con los hijos de los caciques. Hacia el año 800 de nuestra era su hegemonía se hizo añicos, dejándonos el sitio arqueológico que consiste en un conjunto de edificios de un piso, muy altos, con muros decorados con relieves que narran sus hazañas. A su templo principal le apodamos ahora el Palacio, le sigue en relevancia el templo de las Inscripciones, donde se localizaron importantes depósitos de objetos labrados en jade.
Del centro ceremonial de Bonampak (Muros pintados es su etimología) recordamos aquí sus nueve edificios y diversos altares, la decoración de los mismos en bajorrelieves y sus murales, los mejores que han llegado hasta nosotros, gracias a los cuales sabemos de sus encarnizadas y eternas luchas. Se valen de colores rojo y azul en el recubrimiento de los muros interiores y de las bóvedas. El reino de Bonampak ocupó parte de la selva Lacandona de Chiapas.
Chichén Itzá (La Boca de los Cenotes del Itzá) cerró el ascendiente de los mayas en la península de Yucatán. Se echa de ver aquí la influencia de los toltecas respecto a la veneración de Kukulkán (el Quetzalcóatl de los mayas), el refinamiento técnico de la metalurgia, los altares de cráneos y un gobierno de guerreros. Allí se localiza el juego de pelota más grande de Mesoamérica, el Observatorio astronómico, el altar del Cenote Sagrado y el Castillo, una monumental pirámide – calendario con cuatro escaleras de 365 escalones cada una, representando los días del año solar; la que hoy apodamos la Casa de las Monjas, el Templo de los Guerreros y de El Caracol. Dos cenotes dotaron del vital líquido a los moradores de este ombligo grandioso de la religión y la cultura.
Tulum, en el litoral de Quintana Roo, alcanzó plenitud en el periodo pre clásico: murallas para su defensa y zona de embarques para la mercadería de una importante ruta comercial. Sus edificios más importantes se les denomina hoy en día El Castillo, el Templo V y el Templo de los Frescos. Al igual que lo que pasó en el caso anterior, los toltecas contribuyeron con aportaciones muy relevantes para los constructores de esta ciudad.
Uxmal, en la península de Yucatán, ya era una ciudad espléndida entre los años 600 y 900, muy marcada por la ruta cultural tolteca, que ocuparon su territorio. Los muros lizos prevalecen a los decorados con relieves. Las molduras de sus cornisas, en cambio, son un dechado de perfección, en las que distinguimos serpientes, caracoles y máscaras del dios Chaac. De sus edificios destacan la Casa del Enano, el Cuadrángulo de las Monjas, el Palacio del Gobernador y la Pirámide del Adivino.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de febrero de 2023 No. 1439