Por Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Este es un himno de dimensión cósmica. Dios es admirable en la obra de los cielos, del versículo 2 al 5; Dios es admirable por su obra maestra, el hombre, versículos 6 al 10.
El orante poeta se extasía ante la contemplación de las obras de Dios. El ‘Nombre’ es Dios mismo y es la manifestación del poder de Dios y de su gloria objetiva que los cielos pregonan; esa es la majestad de Dios. En toda la tierra hay seres humanos que perciben la majestad divina; pero se da el contraste con la grandeza de las obras divinas y la pequeñez humana. Aún así el hombre es el rey de la creación, revestido de gloria y dignidad, al haberlo asociado al dominio sobre las criaturas. Menor que Dios, pero creado según su imagen y según su semejanza,-semel, demut, (Gén 1,26). Tiene pues el señorío sobre todo lo creado, puesto debajo de sus pies, a pesar de su condición limitada.
En la Carta a los Hebreos 2, 5-9, sin embargo, lo aplica directamente a Cristo, con sentido plenamente mesiánico: ‘Porque no fue a los ángeles a quienes Dios sometió el mundo futuro del que estamos hablando, como lo testimonia alguien en alguna parte de la Escritura: ¿Qué es el nombre para que te acuerdes de él; el ser humano para que te preocupes por él? Lo hiciste un poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y honor; todo lo sometiste bajo sus pies…Pero a Jesús, al que fue hecho un poco inferior a los ángeles a causa de la muerte que padeció lo vemos coronado de gloria y honor. Así por la gracia de Dios experimentó la muerte en beneficio de todos. Aquí se implica el sufrimiento que el Salmo no contempla; además con la expresión coronado de gloria y honor, se refiere a su resurrección.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de febrero de 2023 No. 1439