Santa Teresita: una luz en la noche oscura
MI VOCACIÓN ES EL AMOR
En enero de 1890, después de tres meses de haber sido admitida la toma de hábito, por el capítulo del Carmelo de Lisieux, de la postulante Teresa Martin (por enfermedad de su padre), finalmente se llevó a cabo este momento especial en el que entraba como una novia vestida de blanco a desposarse con Jesús. Dos cosas pidió la pequeña Teresa al Señor: que estuviera su padre en la toma de hábito y que hubiera nieve ese día. El día anterior el cielo estaba lluvioso…
A la mañana siguiente, el cielo no había cambiado. Sin embargo, la fiesta resultó encantadora. Y la más bella y encantadora flor fue mi rey querido (su papá). Nunca había estado tan guapo y digno…. Fue la admiración de todo el mundo; aquel día fue su triunfo, su última fiesta aquí abajo….
Y es que San Luis Martin, padre de Teresa, ya había cumplido su misión: dar a todas sus hijas a Dios, y Dios le había hecho “el honor de tomar a todas sus hijas”. A partir de ese día, su rey querido iba a entrar en la enfermedad y en la última etapa de su vida. Pero había otra sorpresa…
Después de haber abrazado por última vez a mi amado rey, volví a entrar en la clausura. Lo primero que vi al entrar en el claustro fue a mi “rosado Niño Jesús”, sonriéndome en medio de flores y de luces, e inmediatamente después mi mirada se posó sobre copos de nieve… ¡El patio estaba tan blanco, como yo!
Lo dijo Jesucristo: pidan y se les dará. Pedir con fe: ¿cuántas veces realmente lo hacemos? La enorme fe de Teresita es una enseñanza. En las pequeñas cosas, en las alegrías cercanas, en donde hay amor, ahí está Dios.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de marzo de 2023 No. 1444