ALIVIO DE CAMINANTES

Por P. Justo López Melús

Conviene ser discreto y no dárselas de sabio. Los que se creen catadores de licores suelen hacer el ridículo con frecuencia. Un párroco celebra su cumpleaños. Los niños le traen regalos. La pequeña Pili le entrega un paquete:

–Ya veo que me traes un libro. (El papá de la niña era librero).

–¿Y cómo lo ha adivinado?

–El padre lo sabe todo.

–Luego Pepito le entregó el suyo.

–Ya veo que me traes un suéter. (Su papá tenía artículos de lana)

–¿Y cómo lo sabe?

–El padre lo sabe todo.

Por fin Ana le entregó un paquete húmedo. (Su papá vendía licores).

–Ya veo que me traes whisky y se ha derramado un poco.

–No es whisky.

–Entonces es ron.

–Tampoco.

El párroco llevó los dedos mojados a la boca, pero no lo identificaba.

–¿Es ginebra?

–No –respondió Ana–, le he traído un cachorrito.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de mayo de 2023 No. 1454

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