Por P. Fernando Pascual

Sócrates, según aparece en diversos Diálogos de Platón, consideraba la ignorancia como uno de los peores males. Sobre todo, cuando la ignorancia era “ignorada”, es decir, cuando uno creía saber sin tener conocimiento verdadero…

Por eso, Sócrates deseaba ardientemente ser corregido de sus propios errores. Prefería, como se dice por ejemplo en el diálogo titulado Gorgias (458a), ser refutado que refutar, pues quien es refutado está listo para avanzar hacia el conocimiento verdadero.

Por desgracia, resulta fácil suponer que uno sabe, cuando no sabe. Al mismo tiempo, no parece agradable que otros nos hagan ver nuestros errores, pues muchas veces esto se ve como algo humillante, como una mancha contra la propia fama.

Pero si lo único importante consiste en vivir en la verdad, y si hay errores en nuestra mente que nos apartan de la misma, experimentaremos una enorme alegría cuando alguien, esperamos que con cariño y delicadeza, nos abra los ojos para que podamos dejar lo falso y así estar listos para acoger lo verdadero.

Una vez que la propia ignorancia se ha hecho patente, cortamos los lazos de aquello que pensábamos como verdadero sin serlo, e iniciamos la travesía maravillosa de una nueva investigación.

Esa investigación, en el espíritu más genuino de tantos pensadores, entre los que encontramos a Sócrates, Platón y Aristóteles, se realiza del modo más bello cuando acogemos ayudas y consejos de quienes saben, de quienes ofrecen pistas para ver mejor las cosas y alcanzar una buena comprensión de las mismas.

No faltarán dificultades, tropiezos, quizá nuevos errores. Pero si mantenemos una actitud interior de apertura, si aceptamos correcciones buenas que nos sacan de fosos que engañaban, el esfuerzo por seguir en camino hacia la verdad nos acercará, poco a poco, a la misma.

Esa verdad, acogida, interiorizada, respetada, nos guiará hacia nuevas metas, nos impulsará a mejorar nuestras decisiones, y, cuando sea oportuno, nos lanzará a ayudar a otros para que, como nosotros, puedan salir de la ignorancia y respirar aires puros que nos acerquen a verdades para el presente y para lo eterno.

 

Imagen de Adrian en Pixabay


 

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