Por P. Fernando Pascual

Lo que está mal está mal, ayer, hoy y siempre. La afirmación dice algo obvio, pues cualquier acto contra la justicia y el bien siempre tiene una connotación negativa.

Esa afirmación necesita integrarse con otra: personas y pueblos pueden llegar a errores graves en el conocimiento moral, al confundir lo malo con lo bueno.

Eso ha ocurrido en el pasado y ocurre en el presente, cuando uno cree que este asesinato sería bueno, que este fraude no tiene nada malo, que esta calumnia estaría justificada por las circunstancias.

La historia muestra cómo en tantos lugares y en tantas épocas se ha llegado a presentar la guerra, el sacrificio humano, la imposición de matrimonios a niños o jóvenes contra su voluntad, y muchos otros actos injustos, como si fueran aceptables.

Solo con una sana reflexión, y con una buena dosis de humildad para reconocer el propio error, resulta posible salir de este tipo de situaciones y empezar a distinguir con un criterio adecuado entre lo bueno y lo malo.

Al mismo tiempo, hace falta promover teorías éticas bien fundamentadas, con presupuestos metafísicos y antropológicos adecuados. Por desgracia, ello no resulta fácil. Basta con recordar la fuerza que adquirió en diversos momentos del pasado el racismo, o la fuerza que ahora tiene en algunos contextos el relativismo.

Desde luego, no basta un buen conocimiento moral, imprescindible para distinguir entre lo correcto y lo equivocado, pues muchas veces las pasiones llevan a las personas a actuar contra sus convicciones éticas.

Por eso, el conocimiento moral ha de ir acompañado por una educación que permita el control de las propias pasiones negativas para ser capaz de vivir éticamente, como enseñaron ya en el pasado autores como Platón y Aristóteles.

El problema del conocimiento moral exige hoy, como en el pasado, un esfuerzo continuo por profundizar en los criterios éticos que permitan a nuestra generación alcanzar la meta a la que aspira cada corazón humano: conquistar la felicidad desde acciones orientadas hacia el verdadero bien moral.

 

Imagen de Jakub Kopczyński en Pixabay


 

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