Editorial

El recitador oficial de la primaria henchía su pecho al declamar la estrofa final del poema México, creo en ti.  Sin entender ni la mitad, gritaba: “México, creo en ti, porque eres el alto de mi marcha y el punto de partida de mi impulso. Mi credo, Patria, ¡tiene que ser tuyo, como la voz que salva y como el ancla…!”

Tras el aplauso y los honores a la bandera, en los niños quedaba flotando el estribillo: “¡México, creo en ti”. Luego, se volvieron mayores, y el estribillo, junto con el pecho henchido del declamador, se esfumó. Llegaron los días de entrarle al cochupo, de hacer profesión el dicho infernal “el que no transa no avanza”. La violencia se volvió costumbre y la fidelidad, cinismo.

La noche del 15 se vuelve a envalentonar y grita a los cuatro puntos cardinales “¡Viva México, hijos de Villa!” y otras frases subidas de tono (de acuerdo con lo que vaya subiendo su consumo etílico). Sombrero de pico y “espantasuegras” tricolor terminan tirados en el jardín público donde el político local pegó “el Grito”. A la mañana siguiente, con la cruda, se le acabó la mexicanidad. A lo más alcanza para unos “chilaquiles parranderos”.

Si de verdad creyera en México el estribillo que repetía en la escuela primaria o la canción de Luis Miguel en que declara que “lleva a México en el corazón” (también la aulló el 15), se harían realidad los otros 364 días que le restan para el siguiente “Grito”. Creer en México va más allá del tequila y las garnachas; de las mentadas al “enemigo gringo” y del racismo contra el “indio pata rajada”.

Es un asunto cotidiano que se resuelve en solidaridad con el desvalido, en respeto a los mayores, en la honestidad y en el trabajo; hacer bien lo bueno y hacerlo siempre. Llevar a México en el corazón es saber que en nosotros dialogan las dos mitades de que estamos hechos, la española y la indígena. Y que solo en ese diálogo se puede avanzar en la construcción de una Patria y un destino. El destino que por “el dedo de Dios” se escribió.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de septiembre de 2023 No. 1469

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