Por P. Fernando Pascual
Suele ser un slogan usado en las campañas electorales: si vence el candidato del partido A, la democracia estará en peligro, mientras que si vencemos nosotros (partido B), la democracia estará a salvo y se consolidará.
El slogan refleja tres puntos (entre otros) que merecen una reflexión. El primero: en campaña electoral abundan mentiras y acusaciones contra “los otros” para que ganen “los nuestros”.
El segundo: el ideal de toda democracia consiste en que el pueblo pueda expresar sus preferencias y optar por aquellos candidatos que considera “mejores”.
El tercero: objetivamente, toda democracia corre el peligro de autodestruirse, cuando triunfa un candidato y un partido que promoverá acciones que socaven los principios democráticos fundamentales.
Veamos el primer punto: las mentiras y los ataques personales en las campañas electorales. Por desgracia, en no pocos lugares esto se ha convertido en algo habitual. Tan habitual, que mucha de la propaganda antes de las elecciones consiste en manchar y denigrar a candidatos de otros partidos.
Una señal de poco respeto a la democracia consiste en promover este tipo de ataques denigratorios. De un modo paradójico, si alguien afirma falsamente que si vence el “adversario” la democracia estaría en peligro, muestra que es el mismo acusador un claro enemigo de la democracia que dice defender, por adoptar este tipo de comportamientos.
El segundo punto es el más complejo: el ideal de toda democracia radica en permitir al pueblo escoger a sus gobernantes, incluso cuando algunos candidatos fuesen objetivamente dañinos para ese mismo pueblo y para todo el sistema.
Este punto muestra un talón de Aquiles que hiere, desde dentro, a todo sistema auténticamente democrático: el peligro de que triunfen quienes promueven injusticias y daños para inocentes, medidas sociales que generan paro y pobreza, desatención a servicios públicos básicos, represiones arbitrarias.
Lo anterior permite pasar al tercer punto: las democracias, si de verdad buscan permitir al pueblo escoger a los gobernantes que desean, pueden autodestruirse cuando vencen candidatos que luego socavan los cimientos mismos del sistema democrático.
Viene a la mente en seguida la ascensión, gracias a elecciones democráticas, de partidos favorables al nazismo, al comunismo, al fascismo, y a otras ideologías orientadas a promover dictaduras que, por desgracia, luego provocaron daños ingentes.
Pero también hay partidos que aparentemente no buscan llegar a la dictadura, pero que luego buscan prohibir a otros partidos que reflejan importantes y legítimos intereses de las personas, o promueven mecanismos de control a la hora de presentar listas electorales, o presionan para nombrar jueces que pueden perseguir a candidatos “incómodos” para esos partidos cuando han alcanzado el poder.
Cuando escuchemos, en una campaña electoral, a candidatos que acusen a otros candidatos como enemigos de la democracia, podemos recordar estos puntos, para evitar, cuando sea el caso, ser engañados por frases demagógicas y falsas.
Podemos, sobre todo, tomar conciencia de la importancia de promover madurez en los votantes a la hora de identificar qué partidos y qué candidatos defienden de verdad los derechos fundamentales y un buen modo de vivir la democracia, para darles el apoyo que merecen y así alcanzar un sistema de gobierno sano y orientado a la búsqueda de la justicia para todos.