Editorial

El nuevo documento de la Doctrina de la Fe que lleva el nombre de este editorial ha sido recibido con profunda decepción por parte de quienes estaban “entusiasmados” porque el papa Francisco “iba a cambiar” la doctrina de la Iglesia en torno a temas como el aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo, los vientres de alquiler, la eutanasia y las operaciones transgénero.

También fue mal recibido por los ultras del otro bando, quienes esperan —Como casi siempre esperan— que el Papa coincidiera con sus condenas, anatemas, exclusiones y puritanismos, lanzando excomunión directa a quienes no piensen como ellos. Más aún, que su archienemigo, el cardenal “Tucho” Fernández, jefe del Dicasterio, presentara su renuncia después de haber publicado este documento “porque contradice sus ideas progres”.

Desde Aristóteles sabemos que los extremos son igualmente perniciosos. Tanto daña la mucha luz como la mucha sombra. “Infinita Dignitas” enseña dos cosas: primero, lo elemental: que somos hechos a imagen y semejanza de Dios y redimidos (todos) por Cristo. Segundo, que la dignidad del ser humano (de usted, de mí, del vecino, del pobre, del homosexual, del transgénero) está más allá de toda circunstancia.

Luego se nos olvidan temas esenciales como estos. En nombre de “la pureza” nos olvidamos de la persona. En nombre de la “moda” nos olvidamos de la raíz. Lo dijo Francisco: ni el Sínodo ni los documentos emanados durante su magisterio van a mover nada de lo esencial. Y lo esencial está en la Palabra de Dios. Una Palabra que está sujeta, a nuevas lecturas que sirven para iluminar nuestra vida de fe.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de abril de 2024 No. 1502

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