Por Luis Xavier López-Farjeat*

Ezra Ben Shelomó ha-Gerundi, judío del siglo XIII, mejor conocido como Ezra de Gerona, discípulo de Isaac el ciego, redactó un comentario al Cantar de los cantares. Se lee en el pasaje 3, 9 del canto: “El rey Salomón se hizo una carroza de madera de Líbano”. Y comenta Ezra: “[en los árboles de Líbano] se encuentra el punto de partida de la emanación del todo: la emanación.

es han sido siempre, pero la emanación las ha llevado del no-ser al ser. Nuestros sabios expresan esta verdad por la exégesis que hacen del versículo de Génesis I, 3: “Que se haga la luz, y la luz tuvo lugar”.

En efecto, todo emana de Líbano, todo comienza en él: ahí nació la escritura alfabética. Tierra de fenicios, persas y griegos, egipcios y romanos, árabes y turcos; de cruzados, musulmanes y otomanos; de palestinos, sirios y drusos; de chiítas y sunitas, de ortodoxos, melquitas y maronitas. Tierra también de libaneses.

Jesucristo se bautizó con aguas que emanaron de las montañas de Líbano. Su primer milagro se lleva a cabo al sur del Líbano, en Caná: la conversión del agua en vino durante una boda. Así comienza la vida pública de Jesús. También visitó Tiro y Sidón, habló con sus habitantes y realizó otros milagros. Poco tiempo después, san Pablo pasó por Tiro en el tercero de sus viajes. Puede que la cristiandad empiece ahí, en el Líbano.

En el Cantar de los cantares se describe por primera vez a una mujer y se le compara con el Líbano. Leemos en 4, 11-15: “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano. Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada. Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, de flores de alheña y nardos. Nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas. Fuente de huertos, pozo de aguas vivas que corren del Líbano”.

En Cantar de los cantares 4, 8 dice el poeta: “Del Líbano, ¡oh esposa!, conmigo, regresa conmigo del Líbano.” Comenta Ezra, el judío: “La Gloria habla a la Presencia: tú estás conmigo entre las entidades profundas, latentes en la Sabiduría, «regresa conmigo del Líbano», has regresado, has emanado de otro lugar. Esto simboliza la marcha de la Presencia del campo de Israel, a la búsqueda de un lugar de reposo para el pueblo, tal y como está escrito (Números X, 33): El arca de la alianza del Señor fue delante de ellos durante el viaje de tres días, para buscar para ellos un lugar de reposo”.

El Líbano, lugar de reposo. Ya no existe ningún lugar para el reposo, ni para judíos ni para cristianos, ni para musulmanes ni para nadie; ni para palestinos ni para israelitas; tampoco para maronitas. En Líbano hay escombros, temor, desasosiego.

Estamos otra vez en donde estábamos: El Líbano a punto de no existir. ¿Será que el punto de partida tiende a no ser nada para generar de nuevo lo que es? Emanación de la luz a partir de la nada, dice Ezra inspirado en los neoplatónicos. El Líbano, historia de una destrucción y la persistencia de renacer. ¿Será que siempre subsiste porque sus vigas son también de cedro?

*Dr. Luis Xavier López-Farjeat. Universidad Panamericana, Campus Ciudad de México. Facultad de Filosofía. Profesor-Investigador Titular D / SNI III. El artículo se publicó en “Conspiratio” y se reproduce con permiso expreso de su autor para El Observador.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de octubre de 2024 No. 1526

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