Por Jaime Septién

Las palabras tienen consecuencias. Y las palabras usadas desde el poder absoluto suelen tener consecuencias nefastas para los débiles, los necesitados de asistencia, de asilo, de misericordia. Llamar “ilegales” a los indocumentados es reducirlos a condición de cosa, de objeto: algo (no alguien) que puede ser deportado, encerrado, estrujado sin miramientos. Una cosa no tiene contexto. Está a disposición de la palabra que la nombra. Los nazis llamaban a los judíos con nombres tan brutales como ratas, piojos,
cucarachas, zorros, buitres…

Con perdón (o sin él) de las autoridades migratorias de Estados Unidos, no existe una persona “ilegal”. La dignidad de cada uno no se otorga: se reconoce. Y, como ha explicado la Iglesia católica en el Catecismo, en los documentos y encíclicas papales, en la enseñanza del Evangelio y aún en los foros internacionales, nuestra dignidad constitutiva no perece ni disminuye por cruzar una frontera.

Los disturbios que se han producido en Estados Unidos por las redadas de migrantes deben de ser entendidos como una guerra de palabras. Y esa guerra, que tendría que ser conducida por el gobierno de México, en realidad es la que está dando la Iglesia católica: aquí y del otro lado de la frontera. No son “ilegales”, son personas con derechos inalienables. Son seres humanos. Tienen una familia, trabajan, habitan, sueñan, piensan. ¿Hay delincuentes? Pues como en el primer cuadro de Washington.

“¿De qué sirven las palabras si no son lo suficientemente importantes para pelear por ellas?” preguntaba Chesterton. Hoy nos corresponde pelear por el reconocimiento de un par de palabras que hacen un concepto luminoso (referente a nuestros paisanos en Estados Unidos que ahora viven bajo el techo del miedo): dignidad infinita. ¿Solucionará eso su situación? No lo sé. Lo que sí sé –y esto aplica también a la violencia, a la corrupción y a los males que aquejan al país– es que, con Scott-Fitzgerald, “uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, pese a ello, estar decidido a hacer que sean de otra manera”.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de junio de 2025 No. 1563

 


 

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