Por Mónica Muñoz /

Un año más se va.  El 2013 en unas cuantas horas será historia, y por lo tanto, llega el momento de las reflexiones y los buenos propósitos, que de cuando en cuando, recordamos con cierta vergüenza por no haber cumplido al pie de la letra con lo que nos propusimos en enero.

Sin embargo, es esperanzador vislumbrar que, cada día que se nos permite amanecer, tenemos una oportunidad más para realizar nuestros planes, llevar a cabo proyectos y construir el edificio de nuestra existencia sobre sólidos cimientos.  Es alentador creer que, a pesar de nuestros yerros, tenemos por delante tiempo suficiente para corregir el rumbo y encaminar nuestros pasos hacia un mejor destino, porque también es cierto que no estamos solos, todo lo que hacemos a diario repercute en otras personas, sobre todo en nuestras familias, los seres más cercanos que tenemos y que sufren y gozan  a la par con lo que nos ocurre.

Por eso, este es un buen momento para detenernos a pensar seriamente sobre lo que hemos venido haciendo con nuestra existencia, de sincerarnos frente al espejo y desnudar el alma para ver hasta lo más profundo de nuestro ser, sin engaños ni medias tintas, pues no podemos mentirnos a nosotros mismos, y enfrentar lo que somos y lo que hemos hecho, preguntándonos: ¿de verdad estoy contento con el rumbo que ha tomado mi vida?, ¿estoy satisfecho con la manera en la que me comporto con los demás?, ¿en qué puedo mejorar, qué debo eliminar de mi persona para pulir mi trato hacia los que me rodean?, ¿qué tengo que hacer para sacudirme ese defecto que no tienen por qué tolerar las personas que me aman?, ¿cómo debo comportarme con los menos afortunados, con los tristes, los pobres y los que no me quieren?

En fin, creo que cada quien puede hacer su muy personal examen de conciencia y agradecer a Dios por lo que tiene, aprovechando el momento en que terminamos un periodo más, para analizar a fondo lo que queremos hacer con nuestra vida durante los siguientes 365 días, considerando lo que la sabiduría popular pone de relieve: nadie tiene la vida comprada y en cualquier momento se nos puede pedir.  Y completo con otro dicho: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

Si todos supiéramos en qué momento moriremos, seguramente buscaríamos reconciliarnos con quienes estamos peleados, procuraríamos hacer el bien, estaríamos dispuestos a perdonar, desearíamos tener más tiempo para realizar sueños propios y ajenos, aprovecharíamos hasta el último instante del día para pasarlo con nuestros seres queridos, dejaríamos de lado el mal humor, la televisión y todos los factores que pudieran distraernos de lo verdaderamente esencial, dormiríamos menos, comeríamos mejor, pero sobre todo, acompañados de nuestra familia y amigos.

Creo que entre los propósito para el año 2014, aparte de los clásicos como, ponerse a dieta, dejar de fumar e ir al gimnasio, podríamos agregar “vivir como si hoy fuera el último día de nuestra vida”, amando a nuestros seres queridos, peleando menos y compartiendo más, porque verdaderamente no sabemos cuándo moriremos.

Un día, dos hermanos pelearon tan acremente que dejaron de dirigirse la palabra.  A ninguno de los dos se le ocurrió resolver el problema que los separaba, ambos eran jóvenes y tenía una vida por delante para disfrutar, ¿para qué mortificarse con algo tan insignificante?, total, en algún momento volverían a hablarse, pero hoy, no.  Pensando de este modo, pasaron algunos meses.  Pronto, con motivo de una fiesta, los dos llegaron a la casa paterna donde se encontraron frente a frente.  Inexplicablemente, uno de ellos sintió un gran deseo de acercarse al otro para disculparse.  “Ya perdóname”, decía, pero su hermano, ignorándolo, decidió irse, su orgullo lastimado no soportaba esas necias palabras.  Más tarde se arrepentiría para toda su vida de no haberlo escuchado: una llamada telefónica anunciaba un fatal accidente que había cortado la existencia del joven quien, quizá presintiendo su muerte, había pedido su perdón.

No permitamos que sentimientos vanos nos separen de nuestra familia, meditemos en las palabras del Evangelio que nos avisa que nadie sabe el día ni la hora (Mt 24,36), el fin de nuestro mundo personal puede ocurrir en cualquier instante, así que, vivamos preparados, sin amarguras ni dependencias dañinas, sólo amando a Dios y al prójimo como a nosotros mismos (Mt 22, 37-39).  Les deseo lo mejor para el próximo año.

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