Por Mónica Muñoz
Estamos a punto de terminar el año, nuevamente llegan las festividades, y, a diferencia del año pasado, esta vez parece que podremos estar con la familia celebrando la Navidad y el Año Nuevo, porque hay que ser realistas: tenemos que aprender a vivir con las circunstancias adversas que se nos van presentando, porque es necesario para que podamos continuar con nuestras vidas, sin miedo, con esperanza y viendo hacia el futuro cercano, pues, si bien es cierto que no sabemos qué pasará con nosotros el día de mañana, no quiere decir que estemos impedidos de hacer planes para conseguir nuestros sueños y metas.
Y a todo esto, agrego que es muy importante aprender a interesarnos en las necesidades de los demás, es verdad que no solucionaremos sus problemas, pero podemos hacer uno de sus días diferente. Alguien me contó una anécdota, que creo que puede ilustrar mejor lo que digo.
Una persona, a la que llamaremos Luis, iba caminando por las calles del centro de su ciudad, en las que, debido a las fechas, había mucha más gente que la acostumbrada, pues ya sabemos que los días de diciembre siempre incluyen mucha actividad. De pronto, un hombre joven le ofreció unos dulces. Traía una caja en su mano, y, tímidamente, abordaba a los que pasaban junto a él para que le compraran su sencilla mercancía. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Luis, fue que el hombre estaba acompañado de una pequeña de aproximadamente cuatro años. Diferente a los niños que suele verse en la calle, ella sonreía mucho y comenzó a decir: ‘papá, dile al señor que me compre un caballo’. El padre de la pequeña parecía algo avergonzado por la petición de su hija. ‘¿Un caballo?’ pensó Luis. ‘Si supiera la niña lo caros que son’. La niña insistía: ‘es que mi papá no me lo quiere comprar’. Luis tomó dos dulces y le dio un billete al hombre, retirándose enternecido por el deseo de la chiquita.
Al día siguiente, Luis volvió al centro, tenía algunas cosas que hacer, por lo que pasó por el jardín, donde vio nuevamente al hombre con su niña. Esa vez fue él quien se acercó para sacar el tema del caballo, diciendo: ‘¿todavía quieres tu caballo’, porque comen mucho’. El padre intervino, comentando que se trataba de un juguete que había visto en un local, cerca de donde estaban parados. Sin pensarlo, Luis pidió permiso al hombre para llevar a la niña a ver el juguete; la pequeña iba dando saltitos de alegría, y al llegar al lugar, señaló una cajita. Luis pagó el precio del juguetito, que entregó a la niñita, para salir del comercio y entregársela a su papá, que los había seguido de cerca. El joven padre agradeció con mucha sinceridad a Luis, mientras a éste le ardía de gozo el corazón.
¿Resolvió los problemas económicos de esta familia? Por supuesto que no, pero esa sencilla acción dio felicidad a una pequeña niña y a un hombre le devolvió la fe en los seres humanos.
Por eso, recordemos que, en esta vida, efímera y corta, estamos solamente de paso, y que lo verdaderamente importante no es venir a conseguir fama y fortuna, porque todo eso también es pasajero, sino a hacer el bien a todos para que también a nosotros nos traten de la misma manera. Un día moriremos y veremos pasar ante nuestros ojos toda nuestra vida y desearemos haber hecho más actos de amor, pero ya no será posible. Los que profesamos la religión católica creemos que con la muerte termina nuestra oportunidad de ganarnos la gloria y nos enfrentará con la realidad, expresada por nuestro Señor Jesucristo en la sagrada escritura: ‘venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…’, y lo dice en serio. Por eso añade: ‘entren a gozar del premio’, y añade que, para los que no tuvieron misericordia, les espera un juicio sin misericordia.
Es tiempo de que recapacitemos y volvamos la mirada hacia los más necesitados. Estamos entrando a la temporada de mucho frío, y hay muchas obras que podemos llevar a cabo para ayudar a esos hermanos menos afortunados. No nos dejemos llevar por especulaciones, porque no sabemos cómo viven los demás. Mejor apliquemos el dicho aquél de ‘haz el bien sin mirar a quien’ y hagamos obras de amor generosamente.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de diciembre de 2021 No. 1380