Por Eugenio Lira Rugarcía / Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

13 de septiembre,

Hoy celebramos la memoria de san Juan de Antioquia, llamado «Crisóstomo», que significa «Boca de oro», ya que era un gran orador. Nació hacia el año 349 en Antioquía de Siria (hoy Turquía). Al morir su padre, Antusa, su madre, cuidó que recibiera una esmerada educación, que culminó con estudios de filosofía y de retórica, convirtiéndose en uno de los más grandes oradores de la época.

Fue bautizado en el año 368. Luego, ingresó al Asceterio, un tipo de seminario de Antioquía, donde estudió la Biblia.  Posteriormente se retiró a una vida monacal para dedicarse a la oración y a meditar los Evangelios y las Cartas de san Pablo.

Pero una enfermedad le obligó a regresar a Antioquia. Uno de sus biógrafos, Palladio, comenta: «El Señor intervino con la enfermedad en el momento justo para permitir a Juan seguir su verdadera vocación»: el servicio pastoral, como él mismo escribirá en su obra Sobre el sacerdocio. «La intimidad con la Palabra de Dios –explica Benedicto XVI–, cultivada durante los años del eremitismo, había madurado en él la urgencia de predicar el Evangelio, de dar a los demás cuanto él había recibido en los años de meditación».

Ordenado sacerdote, se convirtió en un célebre predicador. Pronunció homilías que demostraban la divinidad de Cristo, desenmascarando así la herejía arriana que negaba la divinidad del Hijo de Dios. Escribió muchos tratados, sermones y comentarios a la Palabra de Dios, contenida en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia, en los que nos hace ver que debemos procurar un desarrollo integral, que abarque las dimensiones física, intelectual y religiosa.

«Muchas son las olas que nos ponen en peligro –escribió san Juan Crisóstomo–… sin embargo, no tememos… nada podrán contra la barca de Jesús… no es en mis fuerzas que me apoyo… Tengo en mis manos su Palabra… ésta es mi seguridad… Cristo está conmigo ¿Qué puedo temer?».

En 398 fue designado Arzobispo de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, donde tuvo que enfrentar diversas intrigas. Y aunque el papa Inocencio lo defendió, sus adversarios lo depusieron y lo desterraron a un extremo fronterizo cerca del Cáucaso, pero murió durante el viaje el 14 de septiembre de 404. Sus últimas palabras fueron: «Gloria a Dios por todo».

En su homilía sobre el libro del Génesis, meditando cómo Dios creó al hombre y a la mujer, san Juan Crisóstomo comenta: «Éste es el principio de nuestra vida social… ¡no interesarnos sólo en nosotros!». Ojalá, comprendiéndolo, hagamos nuestra esta verdad, especialmente en este mes de la Patria.

 

Por favor, síguenos y comparte: