Esto es lo que atestiguó en su escrito de 1536, «Historia de los indios de la Nueva España», fray Toribio de Benavente, apodado «Motolinía» («hombre pobre») por los indígenas,:

«La noche de Navidad ponen muchas lumbres en los patios de las iglesias y en los terrados de sus casas, y como son muchas las casas de azoteas, y van las casas una legua, y dos, y más, parecen de noche un cielo estrellado; y generalmente cantan y tañen atabales y campanas, que ya en esta tierra han hecho muchas.

«Ponen mucha devoción y dan alegría a todo el pueblo, y a los españoles mucho más. Los indios en esta noche vienen a los oficios divinos y oyen sus tres Misas, y los que no caben en la iglesia por eso no se van, sino delante de la puerta y en el patio rezan y hacen lo mismo que si estuviesen dentro…

«La fiesta de los Reyes también la regocijan mucho, porque les parece propia fiesta suya; y muchas veces este día representan el auto del ofrecimiento de los Reyes al Niño Jesús, y traen la estrella de muy lejos, porque para hacer cordeles y tirarla no han menester ir a buscar maestros, que todos estos indios, chicos y grandes, saben torcer cordel. Y en la iglesia tienen a Nuestra Señora con su precioso Hijo en el pesebre, delante el cual aquel día ofrecen cera, y de su incienso, y palomas, y codornices, y otras aves que para aquel día buscan, y siempre hasta ahora va creciendo en ellos la devoción de este día».

Así fue la primera

Era el año de 1528 cuando fray Pedro de Gante, fraile franciscano de origen belga, celebró la primera Navidad en lo que hoy es México.

Para tan importante acontecimiento eclesial, reunió a un nutrido grupo de indígenas a los que enseñó a cantar el himno religioso «Ha nacido el Redentor». Llegado el 24 de diciembre, esta pieza musical fue interpretada en la Capilla del Colegio de San José de los Naturales, de la ciudad de México. El propio fray Pedro de Gante escribió sobre este acontecimiento:

«Vinieron tantos que no cabían en el patio, que es de gran cabida, y cada provincia tenía hecha su tienda donde se recogían los principales, y unos venían de diecisiete y dieciocho leguas, en hamacas, enfermos, y otros de dieciséis, por agua, los cuales solían cantar la misma noche de Navidad: ‘Hoy nació el Redentor del Mundo’».

Cuetlaxóchitl, la Flor de Nochebuena

Dice también fray Toribio de Benavente que en todas las fiestas «del Señor y de nuestra Señora y de las advocaciones principales de sus pueblos» veía a los indígenas «con mucho regocijo y solemnidad, adornando para estas fiestas sus iglesias muy graciosamente con los paramentos que pueden haber, é lo que les falta de tapicería suplen con muchos ramos y flores». Él habla, por ejemplo, de yerbabuena y de rosas, «que las tienen la mayor parte del año».

Si embargo, en tiempo de fríos la flor que predominaba y que se encontraba en todo su esplendor justo en el tiempo de Navidad, era la cuetlaxóchitl (del náhuatl cuetlahui, que significa «marchitarse», y xóchitl, «flor»; es decir, «flor que se marchita).

Por ello, los misioneros franciscanos la renombraron Flor de Nochebuena, y la usaban para enmarcar procesiones litúrgicas. Pronto la flor se transformó en un símbolo universal de la Natividad.

Navidades en las Misiones de la Sierra Gorda

Los franciscanos dieron principio a las Misiones de la Sierra Gorda queretana en 1744 para llevar la Buena Nueva a los indígenas pames. Ahí llegó fray Junípero Serra con fray Francisco de Palóu. Este último cuenta en su libro «Relación histórica de la vida del venerable padre fray Junípero Serra» que, tras que lograron la conversión a Cristo de todos los gentiles de la sierra, así se celebraban las Navidades en la Misión de Santiago de Jalpan:

«En todas las festividades de Jesucristo y de María Santísima se celebraba Misa cantada y en ella predicaba el venerable padre [fray Junípero Serra], explicando el misterio y la fiesta del día, y en las más principales precedía la novena, a que asistía todo el pueblo. En la Natividad del Señor era ésta con Misa cantada al amanecer, y el último día, acabada la Misa, cantaba la calenda y hacía una plática, convidando a todos para que asistiesen a los maitines cantados y a la Misa de Gallo; concluida ésta, representaban en un devoto coloquio el nacimiento del niño Jesús unos indios de corta edad, a quienes el devoto padre instruyó, una parte en lengua castellana y otra en el pame, en aquel gran misterio que representaban con mucha viveza, con lo cual logró, a más de imponerlos, aficionarlos a él».

TEMA DE LA SEMANA: CÓMO LLEGÓ LA NAVIDAD A MÉXICO

Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de diciembre de 2018 No.1224

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