Por P. Fernando Pascual

Si buscamos cuál sea el centro de la doctrina social de la Iglesia podemos, con rapidez, indicar uno: la caridad.

En su encíclica «Caritas in veritate» (de junio de 2009), Benedicto XVI lo subrayaba (introducción, n. 2), al constatar cómo la caridad sirve de guía no solo para el ámbito «micro» (relaciones de amistad, familia), sino también para el ámbito «macro» (vida social, política y económica).

Esa caridad está en íntima unión con otra importante palabra del cristianismo: la verdad. Porque, como decía el Papa Ratzinger en esa encíclica, «la verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el anuncio y el testimonio cristiano de la caridad» («Caritas in veritate» n. 4).

La verdad que anima el amor orienta la acción humana en la vida presente hacia el horizonte de los bienes más elevados. El hombre no vive solo para el aquí y el ahora, para lo que se alcanza a comprender en este mundo. Sabe que su vida tiene sentido si descubre su relación con Dios, en la cual se alcanza una mirada correcta sobre uno mismo y sobre los demás («Caritas in veritate» nn. 11 y 18).

En esta óptica se alcanza un modo válido de entender el desarrollo humano (como ya había subrayado Pablo VI en su encíclica «Populorum progressio»), que supera la simple búsqueda del beneficio por el beneficio y que circunscribe la idea de progreso a una visión completa sobre el ser humano y sobre su lugar en el mundo en el que vive («Caritas in veritate» n. 21).

Por eso toda la actividad económica y política, según recordaba Benedicto XVI, tienen que tener al hombre como centro y fin, pues, usando una terminología familiar al mundo de las financias, hace falta recordar que «el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad» («Caritas in veritate» n. 25).

Aquí se colocan los temas relativos a la bioética y al respeto de la vida, que ocupan un lugar importante en «Caritas in veritate» y que están en íntima relación con el esfuerzo por erradicar la pobreza en el mundo (n. 28, que anticipa una idea que aparece con frecuencia en el magisterio del Papa Francisco).

También la relevancia dada a la libertad religiosa ocupa una reflexión particular en la encíclica de Benedicto XVI, libertad agredida en algunos lugares por el fanatismo religioso y en otros por cierto ateísmo práctico o por la indiferencia religiosa, en los que se prescinde de la condición transcendente del ser humano («Caritas in veritate» n. 29).

Caridad, verdad, libertad: son nociones claves que iluminan la conciencia y que orientan las decisiones. Desde ellas, y gracias a la salvación acogida en la fe, los cristianos podemos convertirnos en fermento que genere cambios capaces de promover la justicia y la paz que tanto necesita nuestro mundo.

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