Mia Schroeder es una joven de Guadalajara, de 28 años, que con el paso del tiempo la vida le ha enseñado que las cosas más bellas están cerca de Dios y de la familia. Su vida, como la de cualquier otro joven, ha pasado por turbulencias, pero agradece a Dios siempre haber puesto en su camino a las personas correctas.
Por Rubicela Muñiz
Cuando Mia comparte su testimonio recuerda todo por cuando ha pasado y se da cuenta de todo lo que tiene que agradecer a Dios y le dice: «Jesús, estuviste en cada paso de mi vida, porque de no ser por eso, quien sabe dónde y cómo estaría».
«Yo vengo de una familia muy católica por verdadera convicción. Mi bisabuelo, papá de mi abuelo materno, estuvo en la Guerra de los Cristeros; él era líder de un grupo que defendía la fe y a la Iglesia católica y dio su vida por Jesús y la Virgen María. Mi abuelo vio morir a su papá ahorcado y gritando: ¡Viva Cristo Rey y la Santísima Virgen de Guadalupe! Cuando él se va huyendo con su mamá, le dan balazos a las piernas, pero afortunadamente no murió. Este testimonio influyó en nosotros porque toda mi familia hemos sido servidores de la Iglesia para darle gloria a Dios por medio de nuestros dones. Hemos estado en diferentes apostolados, pero siempre hemos tenido un coro.
Su formación
La niñez de Mia fue normal, excepto por un detalle: siempre hacía oración, iba a Misa y rezaba el Santo Rosario. En su adolescencia comenzó a preguntarse qué le gustaría hacer de su vida, y descubrió que le gustaría estar dentro de los medios de comunicación. La primera oportunidad llegó cuando personas de Radio María se acercaron al coro del que ella y su familia eran parte, para invitarlos a apoyar en el rezo del Santo Rosario por una semana completa y aceptaron.
Desde entonces Mia estuvo en contacto con la gente de Radio María y participaba como reportera. La tentación de los medios seculares era fuerte, pero ella no contaba con el apoyo de sus padres. Un tiempo después apareció la oportunidad de estar en María Visión, pero a la par, las oportunidades en medios abiertos se seguían presentando y la respuesta de sus papás era la misma. En un acto de rebeldía Mia se alejó de varios aspectos católicos, porque estaba aferrada en hacer cosas populares, con las que la gente la conociera más.
«Yo castigaba a mi familia con mi berrinche. Y entonces viene el primer golpe a mi vida, que fue la enfermedad de mi mamá. Estuvo hospitalizada durante año y medio, estuvo en terapia intensiva y ahí vino mi cuestionamiento: qué estaba haciendo, me preguntaba sí realmente estaba valiendo la pena la vida que estaba queriendo llevar. Ya mi vida espiritual no era recurrente y habían cosas que me estaban haciendo falta, ya no me confesaba seguido, ya no quería rezar el Rosario. Y con la enfermedad de mi mamá me vi sola y todos los días rezaba el Rosario por su recuperación.
Su madre se recuperó, pero Mia no repuso su camino.
«Yo creo que Dios permite cosas, que cometamos errores, que nos levantemos y que uno pueda tener más mérito en la vida, para cuando uno esté más encaminado pueda valorar por todo lo que ha pasado».
Tras varios años de la enfermedad de su madre, Mia fue invitada para ir de misiones. Ella nunca había asistido a unas, así que aceptó y se adentró con sus amigos en una comunidad a siete horas de Guadalajara. El primer día que llegó pudo comunicarse con su madre en el único teléfono fijo que había en el pueblo, ambas se contaron sus planes y se despidieron. Por la tarde, Mia comenzó a sentir mucha tristeza, no podía dejar de llorar. Se quedó dormida y a la mañana siguiente unos amigos de sus padres fueron a buscarla: su padre se había puesto mal. El camino fue largo y la angustia mayor. El padre de Mia no estaba enfermo, sino muerto. Ahí comenzó otra transformación.
«Cuando llego a Guadalajara me doy cuenta que mi papá no estaba enfermo, estaba muerto, había fallecido en una cancha de futbol de un infarto fulminante. Ese fue un golpe que me cambió la vida entera, a mí y a mi familia, y como soy la hermana mayor de tres hermanas, fue muy difícil. Fue algo que nos ubicó y nos unió como familia».
Las cosas se fueron acomodando, Mia entró como fotógrafa y reportera a María Visión y por dos años trabajo a tope, después tomó su propio camino, con el proyecto Fiat María.
Fiat María
«Es un proyecto en el que inicialmente me comprometí por siete meses. Me sonaba mucho en la cabeza y en el corazón; yo lo hablé con el padre Emilio, un buen amigo, y a él le encantó la idea. Empezamos e invitamos a nuestros amigos y nos dimos cuenta de que no se necesitaban las grandes cantidades para hacer algo bien, para hacer la voluntad de Dios».
«Este proyecto nos ha abierto puertas a lugares que jamás imaginé con ayuda de Dios y de la Virgen, es una página de evangelización católica juvenil, evangelizamos a través de las redes sociales, la más fuerte es Facebook y apenas tenemos un año y medio de que se formó y estamos que no cabemos de la felicidad».
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Publicado en la edición impresa de El Observador del 5 de mayo de 2019 No.1243