Recuerden, cada día, pedirle a Dios la gracia de encontrarlo en todos y en todo… en todas las cosas.

Y al final del día, al hacer un examen, preguntarse dónde me encontré a Dios hoy.

1 Aprender a estar

«Como María, queremos aprender a estar… con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos» repetía el Papa Francisco en esta JMJ 2019, y creo que es un mensaje profético para los jóvenes. «No puedo esperar para encontrar al indicado», «Cuando mis hermanos cambien»… ¿Y por qué no hoy?

 2 La cotidianidad no es un puente de paso

«La cotidianidad no es un puente de paso, tiene en sí una consistencia de eternidad que nunca pasará» dice un poema del P. Benjamín Buelta. En el diario vivir Dios nos habla de diferentes formas, nos ama, toca a nuestra puerta, pero nosotros estamos en la puerta del vecino viendo cómo le va mejor a él.

 3 La juventud no es una sala de espera

No despreciemos el hoy. Imaginemos si Jesús hubiera dicho: «Yo bajo al mundo pero ya con 30 años, la vida secreta no tiene chiste» ¡No! En eso estuvo su nutrirse de las experiencias en familia, de conocer a Dios, de conocerse a sí mismo… Si pensamos en nuestro personaje famoso favorito nos gusta conocer su casa cuando niño, su familia, qué escribía en su cuaderno, qué comía… Así cada detalle de nuestra vida tiene mucho sentido.

4 Lo que hacemos hoy nos parece poco

¿Quién nos ha entrenado para despreciar lo que es viajar a Bali a los 24 años con tu prometido, con ropa de la temporada 2030? Porque entonces… bueno… despreciamos todo: levantarse temprano, pararse de buenas, hacerse el desayuno, estudiar o trabajar para sacar buenos resultados, pagar lo debido, invitar a comer a tus amigos o familia… ¿No está un Padre como el nuestro orgulloso de esos pequeños logros de cada día? «Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará» (Mateo 6).

 5 Nos avergonzamos por nuestro pasado

El no querer levantarnos hoy, puede tener su raíz en el pasado: despreciamos el pasado y sentimos que ahora vivimos las consecuencias de esas malas vivencias o decisiones. Cargamos con culpas que nos impiden vivir el futuro. Pidámosle a Dios la gracia de reconciliarnos con nuestro pasado, perdonemos lo difícil entendiendo que somos humanos, y recuperemos las virtudes/aprendizajes que nos dejó. Que el pasado no se coma nuestro presente: el hoy es la nueva oportunidad que nos regala nuestro Padre para ser también.

 6 Pensamos que solo lo extraordinario da alegría

¿Realmente cuántas cosas extraordinarias pasan en la vida? Y si las seguimos esperando, quizá, cuando lleguen, no tengamos vida para alimentarlas, habremos esperado tanto por ellas evadiendo los aprendizajes y amores de cada día. El mismo Jesús que se queda en un pan y un sorbo de vino nos deja la lección más grande: en lo pequeño se esconden las alegrías de cada día… Así mismo en nuestra pequeñez.

Con información de CatholicLink

Publicado en la edición impresa de El Observador del 19 de mayo de 2019 No.1245

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