Por P. Fernando Pascual
Salgo de casa: quiero comprar un libro. Llamo a un amigo: quiero saber cómo sigue de salud. Busco un abrigo en el armario: quiero abrigarme.
Detrás de muchas acciones hay intereses más o menos claros (comprar, saber, abrigarse), y una larga lista de deseos que fundan nuestras decisiones.
Entre los intereses, algunos son malos y otros son buenos. Es malo el interés que surge desde el egoísmo, que está dispuesto a usar medios dañinos para satisfacer mis ambiciones.
Es bueno el interés que se propone un objetivo correcto, que escoge medios moralmente válidos, que respeta la justicia.
El mundo está lleno de intereses. En ocasiones, pueden “chocar” dos intereses buenos, por ejemplo, si dos personas al mismo tiempo quieren ocupar el mismo asiento libre de un tren.
El choque entre intereses se podrá resolver mejor si cada uno escoge buenas acciones desde un sano diálogo, que ofrece pistas de solución, y luego todos aceptan el resultado de la deliberación común.
Otras veces el choque de intereses está rodeado de trampas por una de las partes implicadas o por varios actores, hasta provocar incluso conflictos verbales, agresiones físicas, o, en casos más extremos, guerras dañinas.
Cuando no hay choque visible, cuando uno puede poner en marcha las acciones que permiten alcanzar intereses buenos, el resultado genera la alegría de quien obtiene aquello que deseaba con mayor o menor intensidad.
Este día emprenderemos muchas acciones, pequeñas o grandes, simples o complejas, desde intereses buenos o malos.
Para que el mundo mejore un poco, y para que mi corazón llegue a ser realmente sano, justo, bello, pediré luz a Dios y a personas prudentes y honestas, para que me ayuden a apartarme de malos intereses, y para identificar y seguir intereses que sean realmente buenos y solidarios.