Sus planes no eran los planes de Dios. Ari, encontró alegría, paz y felicidad en la vida contemplativa

Por Rubicela Muñiz

Esta es la historia de Ariadna Mendoza Serrano, una joven que creció en una pequeña comunidad perteneciente a la parroquia de San Pedro Escanela, situada en la Sierra Gorda de Querétaro. En este espacio compartimos cómo fue llamada a la vida consagrada, específicamente a la vida contemplativa en la orden Agustinas Recoletas.

Desde pequeña, Ariadna, recibió la enseñanza católica junto a sus dos hermanas y un hermano. También aprendió valores esenciales como el amor y el servicio, a vivir la fe, a no olvidar ni dejar a Dios en segundo plano. A corta edad se sentía atraía por la vida consagrada al ver como las religiosas, su madre y los misioneros evangelizaban a la gente de distintas comunidades con cariño, disposición y alegría.

Pero ante la inestabilidad de la adolescencia, fue dejando a un lado esa inquietud y se olvidó del deseo de un día entregar su vida a Dios. El ruido externo la tenía en el mundo de la vanidad. Las actividades de la Iglesia solo las hacía por cumplir. Y así pasó la secundaria. Ahora sus planes eran tener una carrera.

Un vuelco

En el segundo año de preparatoria su madre la invitó a peregrinar al Tepeyac y resultó una experiencia por demás gratificante, tanto, que con el apoyo de una prima pudo volver el siguiente año. Ariadna, comenzaba a cuestionarse: ¿Qué voy a hacer con mi vida?. La universidad estaba cerca y le pedía a Dios que la iluminara para descubrir ¿Qué era lo que quería?. Así que ofreció 13 días de peregrinación a la Virgen de Guadalupe y su entera disposición.

Al regresar asistió a una convivencia vocacional en Conca, una de las misiones de la Sierra Gorda de San Junípero Serra. Fue con la intención de encontrar respuestas. La pasó muy bien y conoció a otras chicas con sus mismas inquietudes. En el último día del retiro, durante la Hora Santa, les repartieron un trozo de papel en donde les preguntaban si deseaban un seguimiento para discernir su vocación, a lo que Ari respondió que sí. El evento concluyó y, Ari, se fue un tanto confundida porque no había obtenido una respuesta.

Pasadas tres semanas, Dios en su Divina providencia “salió a mi encuentro”. Las hermanas Agustinas Recoletas la fueron a buscar sin conocer con exactitud su dirección. Era viernes 18 de agosto del 2018, Ari había salido de la prepa y esperaba su transporte cuando una de las hermanas la reconoció y la llamó por su nombre: ¡Ari, te andamos buscando! Hubo sorpresa y alegría. La llevaron a su casa, hablaron con sus padres y ese mismo día pasó la noche en el Monasterio Santa Rita en Jalpan. Mientras cursaba su aspirantado también terminaba su último año de la preparatoria.

Al concluir la parte escolar, Ari, sintió una gran emoción al poder al fin entregar por entero su vida a Dios. Y al mismo tiempo tristeza por alejarse de su familia. Entonces regresó al monasterio, pero ahora como postulante. Las hermanas la recibieron con gran alegría y a la mañana del día siguiente la despertaron con el canto “Hasta la locura te amo Señor”.

Actualmente, Ari, de 19 años, ha comenzado su segundo año de postulantado como preparación para iniciar el noviciado, en donde será la toma de hábito. Aunque en un inicio los planes de Ari eran tener una vida activa fuera del convento, Dios le manifestó su proyecto de amor en el camino de la vida contemplativa.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de agosto de 2020. No. 1310

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