La solución depende de la ayuda que todos aportemos
Por Mónica Muñoz
Después de varios meses confinados, poco a poco las actividades se han ido reanudando y tal parece que pronto volveremos a la vida de antes, pero, en muchos casos, el miedo persiste, pues los medios y redes sociales se han hecho cargo de informarnos sobre el número de contagios y fallecimientos que la temible enfermedad del covid-19 ha cobrado hasta el momento, por eso, no es de extrañar que existan distintas posturas al respecto, desde los escépticos hasta los aterrorizados, sin embargo, se escuchan voces que llaman a la cordura, destacando que esta es una enfermedad que llegó para quedarse, y que tenemos que aprender a convivir con ella.
Debemos preguntarnos: ¿Será posible que volvamos a la normalidad? Se nos ha dicho que las cosas no serán como antes, desde el momento en que se decidió denominar como “nueva normalidad” a retomar nuestra vida cotidiana, nada volverá a ser igual.
Por eso, es necesario que aprendamos a vivir de distinta manera, por ejemplo, simplemente tenemos que asimilar que los estudiantes no volverán a las aulas, por lo menos en lo que resta del año, sino que retomarán sus clases de manera virtual.
Tristemente, las cifras son desalentadoras, porque, a pesar de que pudiese parecer que tomar clases a distancia resulta cómodo y accesible para todos, la realidad es muy distinta, de acuerdo a datos aportados por la Secretaría de Educación durante la conferencia de prensa dada en Palacio Nacional el 8 de agosto del presente año, el 10% de estudiantes de nivel básico y el 8% de nivel bachillerato y educación superior, desertaron de la escuela por el tema de la conectividad, lo que significa poco más de 2 millones 800 mil estudiantes. (Excélsior, 8 de agosto de 2020).
Ante esta situación, podemos preguntarnos, ¿qué pasará con estos niños y jóvenes que ya no podrán estudiar por no tener acceso a internet o a dispositivos móviles que les permita tomar clases a distancia? Es alarmante saberlo, sobre todo porque el futuro de nuestro país es incierto en el rubro de la educación, sin tomar en cuenta la afectación por la que pasan los demás ámbitos de la economía mexicana.
Es necesario que hagamos conciencia sobre la situación que nos aqueja y propongamos soluciones, no digo al gobierno, sino a la gente con la que convivimos a diario y que es a la que podemos ayudar. Creo que si nos solidarizamos con los que menos tienen, podremos sobrellevar la crisis de mejor manera.
Claro que tendremos que hacer uso de nuestro ingenio y generosidad, pues la razón por la que los niños no van a la escuela es para evitar contagios, sin embargo, podríamos diseñar un aula “virtual” entre compañeros de la misma escuela, prestando nuestra señal de internet o donando algún dispositivo que no utilicemos, sé que en esta época nadie está en la abundancia, pero si hacemos el esfuerzo y nos desprendemos de lo nuestro, como dijo la Madre Teresa de Calcuta, hasta que nos duela, estaremos verdaderamente aportando un granito de arena para que nuestros niños, adolescentes y jóvenes no se queden sin estudiar.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de agosto de 2020. No.1311