Los sacramentos del Matrimonio y del Orden son conocidos como sacramentos de estado, en cuanto que quienes los reciben vienen a ocupar un determinado estado dentro de la Iglesia para, dentro de ella, prestar un servicio para la edificación del Pueblo de Dios; por ello algunos prefieren llamarlos “sacramentos del servicio a la comunidad”:
Con el sacramento del Matrimonio cada uno de los esposos consigue, más que para sí mismo, las gracias necesarias para su cónyuge. En otras palabras, los esposos están ordenados a la santificación mutua.
Con el sacramento del Orden, en sus tres grados (diaconado, presbiterado y obispado), los varones que son llamados por Dios a esta vocación reciben en este sacramento las gracias y potestades necesarias para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los hombres.
Sin embargo, bien vividos el Orden o el Matrimonio, terminan contribuyendo también con la propia santificación y salvación de quienes han recibido estos sacramentos.
Decían los primeros cristianos que casarse por la Iglesia es “’casarse en el Señor”. En el Matrimonio se recibe una fuerza sobrenatural y superior a cualquier otra fuerza que amenace con separar esa unión, y que vence sobre las discusiones, las aparentes incompatibilidades, las infidelidades, los problemas económicos, las enfermedades físicas y mentales, la distancia y el tiempo; pero los esposos deben cooperar dejando actuar esta Gracia.
TEMA DE LA SEMANA: LOS SACRAMENTOS: SIETE RUTAS PARA LLEGAR A BUEN PUERTO
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de noviembre de 2020. No. 1322