La tibieza en la que vive la gran mayoría del pueblo católico hace que los sacramentos, que son los principales medios de santificación para los cristianos, estén siendo despojados de su dimensión sagrada y hasta rodeados de sacrilegio.

Convertidos es algo banal, es decir, trivial, de poco interés o trascendencia, los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la “primera” Comunión —que generalmente también es la última—, están siendo usados para algo así como como plataformas de “presentación en sociedad”.

Mensajes reales

Los siguientes son mensajes reales que pululan por las redes sociales, donde los solicitantes ponen condiciones a los sacramentos, buscando que la Iglesia se adapte a los tiempos, gustos o necesidades de ellos:

“¿Dónde puedo encontrar una parroquia que no solicite tantos requisitos para bautizar a mi hijo?”; “¿Alguien sabe dónde hay preparación para la Confirmación que sea de corto tiempo?”; “¿Saben dónde dan pláticas para bautizo que sean cortas; que no sean de tres horas ni de varios días?”; “Busco iglesia donde den pláticas para bautizo que sean de un solo día”.

Es verdad, el tiempo de cada quien es muy valioso. Pero no hay nada más importante y de valor que la salvación eterna. Quien no quiere dedicar siquiera un día o al menos tres horas a la preparación espiritual de un sacramento anda muy extraviado.

Los padrinos

El asunto de los padrinos suele ser uno de los problemas más constantes en los sacramentos. En redes sociales se leen mensajes como el siguiente:

“¿En qué iglesia se puede bautizar sin que los papás del niño estén casados y los padrinos tampoco?”.

El asunto de los padrinos llega a alcanzar los más grandes absurdos. Hace pocas semanas los noticiarios daban a conocer que un conocido miembro del crimen organizado fue detenido durante una liturgia bautismal en un templo de Culiacán, Sinaloa. El individuo, que fungía como padrino, no sólo tenía una larga participación en el delito del narcotráfico como operador de un cártel, sino que también estaba acusado de secuestro.

Asombrosamente fue detenido justo después de que el sacerdote preguntara a padres y padrinos “¿Renuncian ustedes a Satanás?”, y él respondiera “Sí renuncio”.

Ya no tuvo oportunidad de responder a las otras preguntas: “¿Renuncian a todas su seducciones? ¿Renuncian al pecado…?”.

Por supuesto, nadie sino Dios conoce la conciencia de este padrino, así que cuando dijo renunciar a Satanás quizá realmente tenía la intención de hacerlo.

Pero los padres de familia deben saber que un padrino ejerce una paternidad espiritual sobre sus ahijados, tanto si son adultos como si son menores de edad.

En el caso de los niños, los padrinos se comprometen a ayudar a los papás a brindar educación y ejemplo católicos a los ahijados. Por eso hay que buscar a padrinos santos, o por lo menos lo más buenos posible.

Los que viven en amasiato o en adulterio, o que no aceptan la sexualidad que Dios les dio y tienen como pareja a alguien de su mismo sexo, o que son alcohólicos o delincuentes conocidos o que tienen algún otro vicio evidente, deberían ser descartados de inmediato como padrinos por parte de los papás de los niños, aunque se trate de parientes o amigos muy cercanos, o de alguien rico o famoso. ¿Acaso su fama, su dinero o su poder ayudarán a su ahijado a salvarse? ¿No más bien podrían empujarlo a condenarse?

Así dice el Código de Derecho Canónico en su canon 872: son obligaciones del padrino de bautizo “presentar al niño que va a recibir el Bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el Bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo”. Y, acerca de la Confirmación, el canon 892 enseña que el confirmando ha de tener un padrino “a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento”.

Es por ello que la Iglesia exige unos requisitos mínimos a quien ha de asumir la función de padrino (cánones 874 y 893), entre ellos:

  • Que tenga capacidad para realizar la misión desempeñada y que tenga la intención de desempeñarla.
  • Que sea católico, habiendo recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Comunión.
  • Que lleve una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir, por lo que no puede estar en situación irregular ante Dios y la Iglesia: concubinato, matrimonio sólo civil, divorciado casado de nuevo, etc.

Conclusión

Perder la fe es un peligro del que todos deben cuidarse, empezando por los papás. Pero la fe no se pierde de un día para otro, ni tampoco resulta tan clara para el sujeto ni para los demás que la fe se ha perdido. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11, 6). El llamado para todos es éste: “Trabajad por vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2, 12).

TEMA DE LA SEMANA: «SACRAMENTOS: ¿ES QUE IGNORAMOS QUE HEMOS DE IR A PARAR A SUS MANOS?»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de marzo de 2022 No. 1392

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