Por Antonio Maza Pereda

En estas navidades vuelven a salir a relucir los hermosos villancicos, sencillos y a veces ingenuos recordatorios del acontecimiento que divide la historia de la humanidad en dos partes: antes y después del nacimiento de este Niño que es nuestro Señor y Creador.

Uno de ellos, un villancico inglés que con toda seguridad se imprimió a partir del siglo XVI, se titula «¿Qué Niño es éste?». Una traducción libre del villancico empieza así:

¿Qué Niño es éste, que está descansando en el regazo de María? Está durmiendo a quien los ángeles cantan dulces himnos mientras los pastores lo custodian.

Éste, éste es Cristo, el Rey.

Sí, este Niño pequeño e indefenso es Rey. No estamos diciendo que llegaría a ser rey; ya lo era desde el momento de su nacimiento, ya lo era antes de encarnarse en el vientre de María. Esto es lo que celebramos, esto es lo que nos hace dichosos.

La pregunta del villancico es una que nos tenemos que seguir haciendo. ¿Quién es, para nosotros, este Niño? Más allá de lo que nos dice nuestra razón, ¿qué significa este Niño en nuestra vida, en nuestro quehacer diario? Podemos verlo como nuestro Creador, al que nos sometemos por obligación.

Lo podemos ver como nuestro Rey, al que le reconocemos una autoridad que solo a Él le corresponde. Podemos verlo, como lo hacen los místicos, como el Amado, al que amamos siempre de un modo insuficiente, pero que de todas maneras nos ama.

Según el modo como nos respondamos esta pregunta, claramente, dependerá cómo vivamos en esta vida, tan corta, y cómo viviremos en la vida que no se acaba.

TEMA DE LA SEMANA: LA BELLEZA QUE SALVA AL MUNDO

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de diciembre de 2020. No. 1328

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