“Nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los cuales todo será justo y bueno” (II Pedro 3, 13). “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya” (Apocalipsis 21, 1). “Pues he aquí que Yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear” (Isaías 65, 17-18).

Isaías 65, 20-25 describe varias características de esta nueva vida:

  • “No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años”.
  • “Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma (…). Mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos”.
  • “No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahveh ellos y sus retoños con ellos”.
  • “Lobo y cordero pacerán a una, el león comerá paja como el buey, (…) no harán más daño ni perjuicio”.

Apocalipsis 20, 1-8 añade que un ángel bajará del Cielo para encadenar en el Abismo a Satanás “por mil años”, a fin de “que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años”. Que “los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, y todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano, revivieron y reinaron con Cristo mil años”. Y sólo “cuando se terminen los mil años, será Satanás soltado de su prisión, y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra”.

Lo hasta aquí mencionado hacen pensar nuevamente en un cierto modo de vida futura en Dios pero aún con implicaciones terrestres, y que sólo después de los mil años y de la posterior guerra de Gog y Magog sobrevendría el Juicio Final (ver Apocalipsis 20, 8-15).

En general, los Padres de la Iglesia enseñaban esta doctrina de los mil años; pero, ante desviaciones de algunos herejes que pretendían que en el milenio se podría gozar sin límite de todos los vicios de la carne (milenarismo craso o carnal), se comenzó a combatir mediante una interpretación sólo simbólica de la profecía (milenarismo alegórico). Después se propuso que los mil años (es decir, un tiempo prolongado) correspondían a los años de existencia de la Iglesia. Otra interpretación es la de un reino de mil años en el disfrute de los bienes espirituales (milenarismo mitigado o espiritual).

Preguntado el Santo Oficio sobre el tema del milenio, en 1941 respondió que “el sistema del milenarismo aun mitigado —o sea, del que enseña que, según la revelación católica, Cristo Nuestro Señor ha de venir corporalmente a reinar en la tierra antes del juicio final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella— no se puede enseñar con seguridad”.

No dice que el milenarismo espiritual esté necesariamente errado, sino que ni siquiera acerca de esto hay seguridad.

Es, pues, un misterio cómo habrán de darse la vida futura. Pero en la Escritura se lee que la creación también espera “ser liberada de la servidumbre de la corrupción” (Romanos 8, 21). Y el Catecismo enseña que “la Sagrada Escritura llama ‘cielos nuevos y tierra nueva’ a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo” (n. 1043).

Sea como sea, maravillosas cosas esperan a los bienaventurados.

TEMA DE LA SEMANA: «Madrugó su luz más que la aurora»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de abril de 2021 No. 1343

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