En la actualidad nos estamos enfrentando a un panorama donde la opinión de los demás tiene un alto costo, gracias a todos los escenarios que las redes sociales han destapado y quizás a las malas relaciones que hemos ido tejiendo con el paso del tiempo
Por Mary Velázquez Dorantes
Vivimos épocas convulsas, y lo cierto es que estamos modificando nuestras percepciones, sin embargo, dice un viejo dicho: “no existe nada nuevo bajo el sol”. Lo que si sucede es que bajo lo ya existente cargamos una nube gris de opiniones, comentarios hirientes, emociones negativas y crisis personales. La pregunta central es: ¿Vivimos una era donde la opinión que parece trascender es la dolosa? Aquí lo vamos a descubrir.
LAS REDES SOCIALES Y SU BURBUJA
Con el boom de las redes sociales abrimos una puerta enorme para dar a conocer nuestra vida, y al abrirla le estamos dando permiso a los demás de opinar y generar comentarios sobre lo que publicamos. Así como llegan los “me gusta” también llega la contraparte del “no me gusta” expresado en comentarios hirientes que muchas veces están disfrazados de buenas intenciones.
Muchas de esas opiniones surgidas en redes sociales provocan enfado, crisis interpersonales, malos entendidos y enojos duraderos, porque para una persona fue fácil e incluso divertido, realizar un comentario sobre otro ser humano.
Las redes sociales rompieron con la privacidad y la vida íntima, dejamos entrar a conocidos y a extraños a nuestras vidas y cada publicación que realizamos nos expone a la opinión de los demás. Cuando ésta opinión nos daña y nos trae conflicto es entonces cuando tenemos que aprender a romper la burbuja de las redes sociales; aprender qué es importante para nuestra vida y qué debemos desechar antes de provocar una crisis.
LA AGRESIVIDAD NO ES UNA FORMA DE COMUNICAR
Los denominados discursos de odio, las palabras ofensivas, la discriminación, las opiniones que dañan y especulan sobre los demás, no son una forma de comunicación, sino todo lo contrario, son una estrategia de agresividad que al manifestarla crean mayores conflictos entre los seres humanos. En medio de nuestra realidad, incluyendo la tecnología y habituándonos a la invisibilidad disfrazada por una cuenta de usuario, lo que estamos creando es un escenario de reacciones molestas, de frases violentas, de opiniones interesadas y de una profunda era de daño a través de nuestras palabras.
Es importante que al momento de reaccionar sobre lo que el otro hace o dice, reflexionemos cuán hiriente será lo que vamos a decir; meditemos cuál es la verdadera intención, porque el discurso agresivo separa familiares, amigos, matrimonios, y es un arma de filo mortal.
RESPETAR AL OTRO, COMO A MÍ
El principio universal del respeto inicia cuando reconozco la dignidad humana, por lo tanto, debemos tener mucho cuidado de no abanderar opiniones en pro de nuestra libertad de expresión, pero también en cuidar la censura cuando realmente debemos opinar.
Las interpretaciones y las opiniones pueden herir a muchas personas, pueden descontextualizar escenarios, degradar a personas, marginar a los seres humanos y cuando hacemos esto a favor de los “yo creo o yo pienso”, estamos hablando con mala intención. Tan peligroso es un si como un no. Así que en épocas como la nuestra cuidemos nuestros actos deliberados, evitemos los prejuicios sobre los otros, meditemos que lo viral es la chispa de un comentario rápido que puede perjudicar a muchos, y simplemente partamos del respeto que exigimos para nosotros mismos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de abril de 2021 No. 1345