La destrucción de estatuas de Cristóbal Colón en todo el continente, un indicador más
de la “teoría del reemplazo”: no importa la historia, solo la ideología del presente
Por Jaime Septién
La figura de Cristóbal Colón, expresada en las estatuas que tiempos anteriores a éste erigieron en memoria del que llamó Léon Bloy como El revelador del Globo, ha caído por tierra en muchos lugares del continente.
Y en otros, ha caído en el escarnio, en el olvido o en el lugar a donde se arrumba una fama en desuso: la bodega municipal.
El propio Bloy – junto con conspicuos católicos del siglo XIX – intentó lo que hoy parece inconcebible: elevar a los altares a Colón. Su libro, influido por el trabajo de décadas del conde Rosselly des Lorgues, llamado para encauzar al “Almirante de la Mar Océana” por el Papa Pío IX, es algo así como la introducción del misticismo cristiano para encontrarle un sentido a la historia.
Algo absolutamente superfluo (incluso digno de sonrisas) en los tiempos que corren, cuando la historia comenzó anteayer; y cuando los hechos del pasado son juzgados con criterios del presente y se toman como afrentas.
Si no, ahí están las peticiones insistentes de perdón del presidente de México, López Obrador, a España y a la Iglesia católica por los “agravios de la conquista” de hace 500 años…
Y el discurso aquél de Hugo Chávez, quien dijo: «Cristóbal Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza, sino un genocidio. Noventa millones de aborígenes vivían en esta tierra; doscientos años después quedaban tres millones. ¿Qué fue eso? Un genocidio».
Al descubridor llamarlo asesino
La enorme lista de acusaciones que los pueblos de América han generado contra de Cristóbal Colón lo hacen ver ahora como una suerte de delincuente internacional: racista, asesino, depredador y un largo etcétera. Esto ha motivado destrozos, derribamientos de su monumento, reemplazos de su estatua en Chile, Colombia, Argentina, México, Venezuela, Estados Unidos, Bolivia…
Cuando se encendieron las protestas en Chile, en 2019, por el alza del precio del boleto del metro, por la carestía y la desigualdad de oportunidades, uno de los monumentos maltratados fue el de Colón.
En la plaza Colón de Arica, los manifestantes redujeron a escombros el monumento que se había inaugurado en 1910, conmemorando el centenario de la Independencia chilena.
La diputada del Partido Verde de México, Teresa Ramos, no se anduvo por las ramas; resumió así la ideología que está detrás del retiro de la vida pública del almirante: «Cristóbal Colón cometió atrocidades como la mutilación a los indígenas que no pensaban igual que él. También ordenaba asesinatos brutales de los nativos que se atrevían a revelarse contra sus abusos, a quienes incluso ordenaba desmembrar y exhibirlos ante el pueblo para mantenerlo amedrentado».
Finalmente, la estatua de Colón en la Ciudad de México ha sido reubicada en un parque de la exclusiva colonia Polanco. Allí caben los héroes de todas las naciones, y Colón no sufrirá los embates de sus detractores.
El encono contra la historia
En Bolivia, en noviembre de 2018, en el paseo del Prado de la capital (La Paz), la estatua amaneció con una pinta que decía “Colón genocida”.
Este hecho sucedió después de que retiraran la estatua de Colón del centro de Los Ángeles (California, Estados Unidos). Ahí, las autoridades dijeron que se trató de «un acto de justicia» en reparación a las «atrocidades cometidas por los conquistadores» en contra de los pueblos originarios de América.
En Buenos Aires, Argentina, desde 2013, con Cristina Fernández al frente del gobierno, argumentando tareas de mantenimiento, la estatua de Colón que estaba detrás de la Casa Rosada (la casa presidencial) fue retirada. Después fue reemplazada por una estatua de Juana Azurduy, donada por el presidente de Bolivia en ese entonces, Evo Morales (uno de los más ardientes defensores del derribo de Colón de su pedestal en todo el continente).
Como después sucedería en la Ciudad de México, la estatua de Colón retirada de las cercanías de la Casa Rosada fue reubicada frente al Río de la Plata. Ya no podrá ser retirada por ser considerada Monumento Nacional.
Y están otros cientos de ciudades en todo el continente, la decapitación en Boston (Massachusetts, Estados Unidos); el derribamiento en la ciudad de Barranquilla (Colombia); las pintas en Saint Paul (Minneapolis, Estados Unidos) tras las protestas por el asesinato de George Floyd; la guardia municipal en torno a la estatua de Colón en Nueva York… Definitivamente, América está enfadada con su descubridor.
TEMA DE LA SEMANA: LA GENEROSIDAD DEL INDÍGENA O LA CONQUISTA DE REGRESO
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de octubre de 2021 No. 1371