Por Jaime Septién

La mejor biografía de Agustín de Iturbide que he leído (no hay muchas, en este país de ignorancias culpables donde a los matones se les pone en primera fila, mientras que a los pacificadores se les relega al desván) es, sin duda, la de Jaime del Arenal Fenochio (Planeta, 2004).

He aquí lo que dice, en resumen, de este “nombre impronunciable”: Consumó rápida, concertada y de manera pacífica la independencia de México. Convocó a la unidad de todos sus habitantes, sin distinción de su origen racial, ideó un plan político para garantizar la creación de un nuevo y enorme imperio de casi cinco millones de kilómetros cuadrados….

¿Cuál fue su error y por qué ha sido expulsado de la historia oficial mexicana, él que “hizo de la unidad el camino de la felicidad de los mexicanos”, se opuso al expansionismo de Estados Unidos, ofreció las tres garantías al pueblo, a España un trato comercial y cultural beneficioso para ambos y para el resto de Hispanoamérica, creó la bandera nacional y sus tres colores, fundó el primer ejército mexicano, se sujetó a una Constitución moderna que limitaba los poderes del gobernante y garantizaba la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos? Asumirse como emperador (constitucional, por cierto), abdicar del poder para evitar otra guerra civil, exiliarse, volver al país con engaños y ser fusilado en Padilla (Tamaulipas) bajo el mote de “traidor a la Patria” que le impusieron sus enemigos para quedarse con el poder de una nación trastabillante.

En la última carta a Ana Huarte, su mujer. describe su amor a México, a sus hijos y a ella. Le deja como única herencia su reloj y su Rosario. Quizá por esto último los “liberales” lo aventaron al basurero de la historia. Y siguen en lo mismo.

TEMA DE LA SEMANA: UN BICENTENARIO SIN IDENTIDAD Y SIN MEMORIA

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de septiembre de 2021 No. 1368

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