Por Mónica Muñoz

Estamos en la época de los buenos deseos, si bien es cierto que desde hace dos años todo ha cambiado y se nos recomienda que no demos abrazos ni besos, lo cual resulta bastante complicado para muchos de nosotros que estábamos acostumbrados a esas muestras de cariño, no es impedimento para hacer sentir a los demás nuestro afecto. Y con esto me refiero a que hay muchas maneras de hacer que los demás se sientan queridos y apreciados, aún sin dinero o cosas de por medio, porque creemos que regalar algo siempre será sinónimo de cariño, lo cual no es precisamente cierto.

Hace unos años hubo una campaña en México de una dependencia de gobierno conocida en aquel tiempo como instituto nacional del consumidor, hoy Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), que popularizó un anuncio en el que se escuchaba insistentemente a la locutora repetir: “regale afecto, no lo compre”, que tenía como objetivo exhortar a la gente a preferir obsequiar algo hecho por uno mismo, o bien, optar por la compañía de la familia o amigos, en lugar de gastar altas sumas de dinero que solamente dejarían en problemas a quienes se quisieran esmerar en regalar objetos costosos a sus seres queridos.

Hoy eso es algo que ha quedado en el pasado, se tiene la idea de que es tiempo de aprovechar todas las ofertas y las “oportunidades” de endrogarnos a “meses sin intereses”, con tal de estar a la moda y no perderse el placer de comprar por comprar, y más ahora que las tiendas son virtuales y ya no hay que perder tiempo o molestarse yendo a algún centro comercial para escoger el regalo, sencillamente deslizamos el dedo sobre la pantalla del celular y con algunos movimientos tendremos la mercancía en camino para recibirla por paquetería. Ventajas de la modernidad.

Pero, ¿realmente comprar para regalar es sinónimo de amor? Ciertamente, no. Para demostrar amor hay que hacer mucho más. Y no tiene nada que ver con dinero.

En noviembre tuve la oportunidad de asistir a un retiro dirigido por Marino Restrepo. Para quien no sepa de quién se trata, rápidamente comento que en su momento fue un exitoso productor y músico que trabajó muchos años en Hollywood, el cual tuvo una experiencia mística después de haber sido secuestrado por la guerrilla colombiana. Desde entonces se dedica a predicar, compartiendo su experiencia y tocando diversos temas que acercan a la gente a la fe católica. En uno de ellos escuché algo que me quedó muy grabado, y es que debemos hacer todas nuestras acciones con amor, porque si algo falta en el mundo y es de lo que está lleno el purgatorio, es de gente que vivió sin dar amor.

Entendamos que amor, en este sentido, es equivalente a la palabra “caridad”, la que se refiere a hacer el bien a todos, sin excepciones.

Eso es lo que el Señor Jesús dijo en el Evangelio: ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22 37- 39). Y precisamente ese es el meollo del asunto: amar al otro como a uno mismo. Por supuesto, nuestro Señor no iba a pedir imposibles, ¿cómo se puede amar a aquél que nos ha causado un mal? La respuesta no es sencilla, pero la caridad es la clave: se ama rezando por ese que nos ha dañado y si lo requiere, se le hace el bien. Es decir, se ama con obras y con la ayuda de Dios.

Por eso me parece muy cuerdo lo que Restrepo dijo con referencia a que los huecos que existen en la vida de las personas que se encuentran purgando sus penas luego de morir, son los que han dejado las faltas de amor.

Y no es sencillo, pero el amor es lo único que perdurará luego de la muerte: la fe y la esperanza desaparecerán, dejando lugar a la certeza, gracias al encuentro con Dios, y más aún, el amor es lo único que nos defenderá del juicio, amor transformado en obras en favor de nuestros semejantes, porque nada de lo que hagamos en esta vida será olvidado por Dios, por muy pequeña que parezca la obra.

Por eso, cada mañana, al despertar y después de agradecer a Dios por un día más de vida, hay que pedirle la gracia de que, durante el día, no hagamos nada si no es con amor. Y como ya lo he dicho, no amor sensiblero, como aquel que nos venden en las películas y programas de televisión, sino uno firme y valiente, como el que Cristo manifestó en la cruz cuando expresó esta oración: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de enero de 2022 No. 1383

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