Nuestra relación con Él es la que sostendrá nuestra vida entera

Por Gaby Briones

El noviazgo es un camino que la mayoría de las veces es dulce y en el cual podemos llevar con heroísmo las virtudes, pues ambos, novia y novio, nos esforzamos por agradar al otro y en mostrar nuestro mejor lado.

Pero algo que supera el rico sabor de la azúcar en nuestros postres preferidos es la miel desde el panal. ¡Sí!, pues no hay nada más agradable al paladar que probar la dulzura en su estado virginal, sin intervención humana. Y así pasa con la vocación.

Dejarse guiar en la vocación

En la vocación matrimonial, específicamente cuando los esposos se dejan acompañar por Jesús, al vivir estas virtudes sólo por amor al Padre, es el mismo Jesús y su Divino Espíritu el que nos guía, impulsa y da la fuerza necesaria para poder llevar a cabo con heroísmo las faenas diarias.

A veces los proyectos de vida que decidimos nos son los más fáciles de llevar a cabo.

En nuestro caso, hace más de dos años decidimos aventurarnos por educar en casa, bajo un proyecto de vida católico. Buscamos cursos, talleres, charlas, conferencias, blogs, literatura y todo lo que pudiera contribuir a nuestra formación.

Sin embargo, a la luz de estos meses, descubro que todo esto fue sólo una pequeña partecita para poder estar ahora caminando con tanta firmeza, y que pese a los estándares que propone el mundo, y al contemplar lo aprendido, las risas de los cinco, pero sobre todo lo que disfrutamos pese al cansancio con nuestros hijos, respalda nuevamente que, cuando en ésta vocación matrimonial se toman juntos las decisiones, marido y mujer, de la mano de Cristo y bajo la luz del Cirio Pascual, florecen en nosotros la pureza de las virtudes.

Me gustaría resaltar aquí la virtud de la fidelidad, aquella que es diaria y que se refuerza cada cinco o dos segundos, en donde puedo conocer mi pequeñez y ante la cual tiemblo, como lo expresa San Josemaría Escrivá de Balaguer:

“Me hace temblar, al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes, porque si no me sirven para unirme más a Él, ¡no los quiero!”.

Sin lugar a dudas comprendo lo que nos dice este amigo santo, lo he podido comprender porque mi fe se ha ido tornando virginal, como la miel; y sin intervención humana, es decir, quitando mis prejuicios, mirando de frente mi pecado, pero más aún, pidiéndole a María que me ayude a poner peldaños a mi escalera al cielo.

Que con su ejemplo me ayude a ser fiel en mi labor de madre y esposa y que sea ella quien interceda por mí, pues ella es la madre de nuestros tres hijos que le hemos consagrado; que a mí me de la misma fidelidad que ella expresó al Padre y que bajo su mirada de bondad pueda yo mirar a nuestros hijos.

En este punto podrías preguntarte: “¿cómo es posible ser fiel en este mundo tan cambiante?”

Y la respuesta debe de venir siempre de aquel que la sostiene, de aquel que no se muda, que no se mueve y que no se sorprende de nuestras debilidades; sino que más bien está aquí a mi lado y al tuyo, esperando a que reconozcamos que nuestra relación con Él es la que sostendrá nuestra vida entera…

Cristo como centro

Desde que mi esposo y yo vimos brillar la luz de nuestra hermosa vocación en nuestro interior, quisimos poner a Cristo al centro, pues teniéndole a Él sabemos que como humanos, incluso nosotros como padres, podemos olvidarnos de nuestras criaturas (Is. 49,15) pero Él nunca se olvidará de nosotros, y más aún, que Él va con nosotros en la perseverancia de la aparente monotonía de la lucha diaria.

Reconozcamos que le necesitamos, que para ser fiel a nuestra llamada al matrimonio y a la paternidad, debemos primero serle fiel a Él en nuestro trato durante la oración, en nuestras visitas a su casa. Y poco a poco comprenderemos que, si falta fidelidad a Dios, nos falla la fidelidad en todo lo demás.

A María nuestra madre, Virgen fiel, a quien todos los días veneramos en las letanías del Santo Rosario le pedimos que ruegue por nosotros y que ruegue también por ti.

www.elarbolmenta.com

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de enero de 2022 No. 1383

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