Si eres en extremo exigente contigo mismo, si juzgas tus propios resultados, si sólo quieres la vida en línea recta o si en ocasiones tus ideas no te convencen, aunque sean buenas, estás frente al perfeccionismo, un mal de nuestros tiempos que está complicando la existencia humana.
Por Mary Velázquez Dorantes
El perfeccionismo parte de ideas muy rígidas, duras e incluso poco moldeables a la realidad, y está generando que nuestras metas personales se vuelvan inalcanzables, lo cual produce grandes conflictos internos, que en una vida equilibrada podríamos evitar. Es importante señalar que el perfeccionismo nos hace sufrir, y que quizás ni siquiera nos demos cuenta que lo estamos ejecutando en nuestro día a día. Veamos algunas claves que nos indican cuando estamos en la recta dolorosa del perfeccionismo.
MIS METAS SON INCORREGIBLES
Todos tenemos metas en la vida, algunas son muy grandes y otras pequeñas, pero casi toda la humanidad trabaja en ellas, por ejemplo: ser puntal, ser disciplinado, terminar las tareas que iniciamos, conseguir un nuevo trabajo, buscar un crecimiento personal, etcétera.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando vemos el camino de forma infinita y no termina como nosotros lo imaginamos? Surge una lucha contigo mismo, un juicio duro que camina de la búsqueda obsesiva de la perfección, y comenzamos a tener una actitud de víctima que genera grandes frustraciones. Por otro lado, si la meta se cumplió, pero nosotros no quedamos satisfechos con el resultado, ese perfeccionismo nos hará creer que no podemos corregir nada, porque somos obsoletos en tal o cual idea.
SOY EXIGENTE PORQUE ASÍ SE REQUIERE
Mi persona, mi ser tiene que cumplir todos los requisitos al cien por ciento. Las personas que me rodean también tienen que mirar al frente como yo lo hago. Mis responsabilidades tienen que ser cumplidas con un plus más alto. El orden, la disciplina, la puntualidad es un requisito indispensable para conseguir mis deseos.
Estas afirmaciones suceden en la mente de un perfeccionista exigente, cuya flexibilidad para hacer cambios, o identificar errores no es posible. Nos incorporamos al camino del perfeccionismo cuando no nos brindamos el permiso para equivocarnos, y los niveles de exigencia se vuelven un tormento en la vida humana. Esta es la primera trampa en la que caemos, porque el ser exigente se vuelve un castigo constante que nos produce insatisfacción e infelicidad.
LA PERFECCIÓN ES UNA MODA
Las tendencias actuales nos invitan a ser perfeccionistas obsesivos. En la búsqueda de mejorar y cumplir nuevos retos, se presenta una sociedad en la que todo lo que nos rodea está sumándose a un mundo de exigencias, para así poder pertenecer a determinados círculos sociales.
Nos invitan a ser perfectos en salud, en moda, en el espacio laboral, en las relaciones afectivas, en los entornos educativos, en los cuerpos físicos.
No es una moda, es una epidemia en la que para sentirnos vivos buscamos alcanzar los estándares que nos dicta el sistema social, incluyendo las redes sociales, las pautas de comportamientos, los retos de comparación entre unos y otros, y todo ello en su conjunto está desencadenando una crisis de inestabilidad para el hombre actual.
Dejarás de exigirte tanto cuando:
» No te compares con los demás
» No te sientas presionado por cumplir las expectativas de otros
» Cuando aprendas de los errores
» Cuando no te califiques por cada una de tus tareas
» Cuando no te auto compadezcas de ti mismo
» Cuando resuelvas los conflictos sin castigarse
» Cuando no te descuides en autoestima y autoconcepto
» Cuando aceptes que la vida es una aventura con riesgos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de febrero de 2022 No. 1388