Misterios de la Biblia

En el cuarto capítulo del libro del Génesis se lee que “fueron todos los días de la vida de Adán novecientos treinta años, y murió”; que su hijo Set vivió 912 años; su nieto Enós, 807 años, y así por el estilo con el resto de los patriarcas antediluvianos, destacando Matusalén, ya que “fueron todos sus días 969 años, y murió”, lo que lo convierte en el ser humano con la vida más larga de todas.

Sin embargo, el salmista dice: “La duración de nuestros años es de 70, y 80 en los más robustos” (Salmo 90, 10). Y, dado que la actual expectativa de vida va de los 56 años en algunas naciones de África —República Centroafricana, Sierra Leona, Chad y Nigeria— hasta los 87 en Japón o los 92 en Andorra, con un promedio mundial aproximado de 73 años, y que, además, desde que en 1960 la ONU empezó a recoger datos globales la expectativa de vida es constantemente ascendente, entonces podría concluirse que lo que dice la Biblia sobre las vidas prolongadas debe considerarse como de orden simbólico.

Según una teoría, los muchos años de los patriarcas podrían indicar las épocas de la historia antes del Diluvio, cada una de las cuales habría sido denominada según su más ilustre representante. La postura más aceptada por exégetas actuales es que el autor sagrado simplemente quiso enlazar los orígenes de la humanidad con la historia de Abraham. Y otros asocian estas vidas tan prolongadas con la santidad, puesto que Dios mismo ha dicho: “Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años…” (Éxodo 20, 12).

Pero hoy también hay un buen número de intérpretes que resalta que Adán y Eva fueron creados no sólo sin defecto sino destinados a vivir para siempre, y que fue el pecado lo que los corrompió, pero también a su descendencia, de manera que hasta el código genético humano debió irse degradando progresivamente. De ahí que, ya en tiempos de Noé, Dios señala una disminución de la vida a 120 años en promedio (cfr. Génesis 6, 3); luego la Escritura va indicando que la existencia terrena se hizo aún más corta.

¿Qué tiene que ver esto con nosotros?

Se puede ser muy bueno y vivir muchos años; pero también hay gente mala con vida muy larga. Y en cuanto a las vidas cortas sucede lo mismo; hay, por ejemplo, santos que, sin haber sido mártires, vivieron pocos años.

Mas Dios promete que la vida será prolongada cuando restaure todo lo creado: “Porque he aquí que voy a crear unos cielos nuevos y una tierra nueva (…) No habrá allí niño de pocos días, ni viejo que no cumpla los suyos, pues el más joven morirá a los cien años” (Isaías 65, 17.20).

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de agosto de 2022 No. 1415

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