Ante la educación cristiana muchos padres de familia se preguntan qué es lo esencial de ésta; es decir, qué cosas son básicas a la hora de formar a sus hijos. Aquí está la respuesta:

“Ésta es la vida eterna: que Te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado” (Juan 17, 3).

Y de ello se desprende lo siguiente:

  • Hay que enseñar a los hijos que no basta con estar bautizados, confirmados y hacer la primera Comunión, sino que es necesario vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, y por tanto hay que conocerlo a Él y su santa doctrina.
  • Ayudarlos a que tengan un encuentro personal con Cristo. El kerigma es el detonante básico; sin éste, difícilmente una persona puede ser realmente transformada por el Señor de manera permanente.
  • Catequizarlos. La catequesis es el paso que sigue al kerigma. No hay que desdeñar los viejos catecismos a base de preguntas y respuestas para memorizar; los niños que aprenden con ese sistema suelen recordar por muchas décadas o por el resto de sus vidas los conceptos básicos de la fe.
  • Que aprendan a alimentarse directamente de la Palabra de Dios, leyéndola o escuchándola en casa, y no sólo en el templo. No más miedo a la Biblia, pues es la fuente básica para conocer las enseñanzas y la voluntad del Señor.
  • Reafirmarles una y otra vez la divinidad de Jesús y su soberanía universal. “Lleva escrito este título: ‘Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19, 16).
  • Enseñarlos a relacionarse con el Espíritu Santo, el “gran desconocido” en la vida de la mayoría de los católicos. Que sepan que Él es Dios y no una “fuerza” o “energía”. Que aprendan a orar pidiendo que el Santo Espíritu venga a sus vidas y los llene de sus dones y carismas.
  • Mostrarles y practicar con ellos los diferentes tipos de oración: petición, acción de gracias, adoración, contemplación y alabanza. La oración espontánea y prolongada de alabanza suele ser una constante para que el Espíritu Santo derrame sus dones y realice milagros y prodigios palpables. “Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: ‘¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se complace!’. Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza” (Salmo 35, 27-28). “Aplaudan, pueblos todos, aclamen a Dios con voces de alegría” (Salmo 47, 1). “Mis labios tu gloria cantarán. Quiero bendecirte mientras viva y con las manos en alto invocar tu Nombre. Mi alma está repleta, saciada y blanda, y Te alaba mi boca con labios jubilosos” (Salmo 63, 3-5).
  • No está de moda, pero es necesario instruirlos en la realidad de los llamados Novísimos (Muerte, Cielo, Purgatorio e Infierno). Eso ayudará a los niños y jóvenes a vivir más apegados a “las cosas de Arriba” (Colosenses 3, 1) que a las de la Tierra.
  • Acostumbrarlos a la vida sacramental. Jamás debe faltar la participación en la Misa dominical (aunque sea por medios digitales, vivida con atención y mucho respeto) y, si ya hicieron la primera Comunión, la Confesión frecuente.
  • Enseñarlos a descubrir la acción de Dios en los acontecimientos diarios; que aprendan a dar testimonio verbal de esto en la familia, y así se entrenarán para dar testimonio verbal en el exterior.
  • Aprender a servir a Dios a través del servicio y la caridad tanto en el núcleo familiar como fuera de casa. “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, Me lo hicieron a Mí” (Mateo 25, 40).
  • Educar a los hijos en el respeto, la cortesía, la modestia, el pudor, la castidad y demás virtudes, conociendo que la dignidad humana ha sido dada por Dios mismo: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis 1, 26). En especial inculcar la verdadera educación sexual, para contrarrestar las desviaciones y promociones sexuales que imparte la mayoría de las escuelas. “Huyan de la fornicación. Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismos. Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procuren, pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios” (I Corintios 6, 18-20).
  • Enseñar el respeto a la autoridad legítima. Al mismo tiempo, los hijos deben aprender que, ante mandatos y leyes contrarios a las enseñanzas divinas, “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).
  • Fomentar la conciencia de ser ciudadanos del Cielo. Inculcar claramente que todo lo de esta Tierra (dinero, poder, honor, placer, sufrimiento, enfermedad, etc.) es temporal; que el Cielo es la Patria definitiva, pero que hay que trabajar arduamente para llegar allá. “Trabajen por su salvación con temor y temblor” (Filipenses 2, 12)

En resumen, aprender a darle gloria a Dios en todos los momentos y aspectos de la vida, pues “todo fue creado por de Él y para Él” (Colosenses 1, 16).

TEMA DE LA SEMANA: «EDUCACIÓN CATÓLICA, EDUCACIÓN PARA LA LIBERTAD»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de agosto de 2022 No. 1413

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