De todas las trampas que el Diablo y sus secuaces siembran, la que más emplean hoy es, por llamarla de alguna manera, la del “abaratamiento del Evangelio”, haciéndonos creer que ya no hace falta esforzarse para alcanzar la salvación, sino que vivir en la mediocridad cristiana es más que suficiente.

Así, por todos lados la humanidad es bombardeada, abierta o subliminalmente, con mensajes como: “todos iremos el Cielo”; “Dios no castiga”, “nadie puede ser condenado para siempre”, “los dogmas son tonterías”; “obedecer los diez Mandamientos es vivir en la cerrazón y la cobardía”, “todas las religiones son queridas por Dios”, “la Iglesia se debe adaptar al mundo”, etcétera.

Pero hay otra trampa que es totalmente contraria a la anterior, y que Satanás utiliza no con el común de la gente sino con aquellos que, en un momento de su vida, se han hundido espiritualmente hasta lo más profundo.

En estas personas utiliza la estrategia de la desesperanza, haciéndoles creer que, por causa de sus pecados, ya no pueden tener el perdón de Dios.

En el culto de origen diabólico a la mal llamada “santa muerte”, sus propios promotores se encargan de aterrar a quienes ya cayeron en las garras de esta devoción: “Si dejas el culto, la ‘niña blanca’ se va a vengar llevándose a alguno de tus hijos o a un familiar”; “no puedes tirar la imagen de la ‘santa muerte’ que tienes en tu casa, porque luego aparecerá otra más grande y siempre te perseguirá”; “si dejas de ponerle veladoras, la ‘santa muerte’ hará que ya no te rinda el dinero”, etcétera. Así que el devoto no se atreve a dejarla, y acaba perdiendo toda la esperanza en ser salvado por Dios cuando escucha canciones como una del grupo los Buknas de Culiacán, donde la ‘santa muerte’ confiesa: “Mi labor es ayudar a mandarlos al Infierno”.

Claro, no se requiere estar en un culto de ese tipo para sufrir la desesperanza. Cuando una persona cae en la cuenta de que ha realizado algo gravísimo —un asesinato, una violación, un sacrilegio, etc.— , no es raro que algún demonio lo acose con la idea de que Dios ya no lo ama, que está irremediablemente condenado. Y esto puede orillar a muchos hasta el suicidio.

Sin embargo, Dios es completamente diferente de lo que Satanás nos quiere hacer creer. De hecho, “el Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo” (I Juan 3, 8). “Sométanse, pues, a Dios; resistan al Diablo y huirá de ustedes” (Santiago 4, 7).

“Dios quiere que todos se salven” (I Timoteo 2, 4), así que no hay que perder la esperanza. El único obstáculo que Dios tiene para salvar es que el ser humano se niegue a pedirle perdón. En cambio, el que se reconoce pecador, se arrepiente de ello y acude al sacramento de la Confesión, se aleja del camino del Infierno.

Los casos de ex-satanistas que abrazan la fe en Cristo demuestran cómo Dios tiene poder para rescatar a cualquiera que se lo pida.

TEMA DE LA SEMANA: «¿QUIÉN PUEDE SALVARSE?»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de septiembre de 2022 No. 1417

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