Por P.Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El misterio de la Inmaculada Concepción evoca que fue preservada de la herencia universal del pecado original, además de que nunca cometió pecado personal; ella tenía la misión de ser la Madre del Redentor.
Tiene sus fundamentos bíblicos.
En el Génesis ( 3,14-15) se señala el conflicto dramático del exordio de la Historia de la humanidad; ante el pecado de desobediencia de Adán y Eva, instigados por el Demonio en el símbolo de la serpiente, Dios nos ofrece su Proto Evangelio de Salvación: ‘El Señor Dios dijo a la serpiente: ‘Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza cuando tú le aceches el talón’. Parece que en los inicios de la Historia prevalece Satanás; pero el Hijo de la Mujer,-la Issa, la Nueva Eva, quien le aplastará la cabeza,- la sede de su maquinaciones mentirosas, malévolas de muerte y destrucción. La Virgen con su ‘sí’ y el Hijo de María e Hijo del Padre, con su ‘sí’ hasta la muerte de Cruz vencerá para siempre al Maligno y sus huestes. María Santísima y Jesús, Jesús y María Santísima son el ‘Sí de Dio-el Amén de Dios’. Por eso María Santísima es la Madre de todos los Vivientes, de quienes en Cristo reciben la vida eterna.
Además este maravilloso Dogma de la fe católica tiene un texto cumbre en el Evangelio de San Lucas: ‘¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!’(1,28). Alégrate, es el saludo mesiánico del profeta Sofonías a la Hija de Sión (Sof 3, 14-18 y su paralelo Lc 1 28-33), que se refiere inmediatamente a Jerusalén; a quien se aplica en su cumplimiento personalizado, ‘Dios está en medio de ti’. En María Santísima, Dios, diríamos, le da su nombre en el texto griego, ‘Kejaritomene’, es decir ‘La Llena de Gracia’; la Plena de su Amor, la Elegida para acoger como Madre al Hijo amado del Padre.
Miryam de Judá, María de Nazaret fue la mujer escogida por Dios. ¿Por qué ella? Se enraíza en el misterio de Dios Amor, trino y uno. Pero podemos atisbar; si Dios es la Suma Humildad, como lo nombra San Juan de la Cruz, podríamos pensar también por la ‘humildad de su sierva María’, por eso fue amada y plenificada de su gracia.
Jesús el Salvador, es la fuente de toda gracia, incluida ésta de preservar anticipadamente de toda mancha de pecado original a la Santísima Virgen María, desde el primer instante de su ser natural, de su existencia.
Ella acogió a Jesús con toda su fe y con todo su amor para donarlo al mundo. Esa es la vocación de todo discípulo y apóstol de Jesús, para que la humanidad se salve por medio de él (Jn 3,17).
María Santísima mantiene nuestra esperanza gozosa para el encuentro histórico, transformado en liturgia del Nacimiento del Verbo de Dios, el Emmanuel entre nosotros.
En Ella se cumplieron las promesas de Dios; en ella se cumple la alianza de Dios con su pueblo personalizado en María Santísima. Ella es la verdadera Tierra Santa de donde brotó el ‘fruto bendito de su vientre’.
Dios está con nosotros, si nosotros estamos con Ella. Con Ella, Dios nos da su gracia para vencer todas las fuerzas malignas de toda índole. Con Ella y en Jesús y por Jesús, también podemos ser de su Linaje bendito.