Por Mario De Gasperín Gasperín, Obispo Emérito De Querétaro

APROXIMACIONES BÍBLICAS / 1

Eva inicia la serie de madres que, pico y pala en mano y bajo el ardiente sol, abrazan un cadáver imaginario porque, el de carne y hueso, Caín,

el poderoso, lo asesinó y escondió en el desierto: en todo México.

El hombre, como ser histórico, ha ido acumulando experiencias de su entorno, conocimiento de sus semejantes y consciencia de sí mismo. Conocimiento del bien y del mal y conciencia moral. La noción del “pecado”, por implicar una relación con la divinidad, reclama atender a la parte ofendida. No puede deducirse sólo de la experiencia ordinaria y natural, sino que necesita recurrir a la amplia experiencia humana y religiosa. Los libros sagrados, en especial la Biblia, son indispensables en este proceso de maduración. La lucha denodada del hombre por verse libre de la culpa, es tema recurrente en la mejor literatura universal.

Pero el hombre solo no puede liberarse. Necesita un redentor. Un salvador. Así es como aparece Jesús, el Redentor del hombre. La obra redentora de Cristo consiste en destruir el pecado, obra multiforme del Demonio, el asesino desde los orígenes, actuante en el hombre y en el mundo. Liberar del pecado es obra de cósmica grandeza y celestial bondad.

De las fuentes bíblicas -Génesis 3- podemos deducir la siguiente descripción: “El pecado es un acto humano que conlleva una desobediencia a Dios, en cuanto que transgrede un precepto divino”. Es un acto externo, pero que se origina en el interior del hombre. Allí se cocina y origina. Es una autodeterminación contraria a la voluntad de Dios. Implica por tanto una rebelión contra el supremo dominio de Dios sobre cualquiera de sus creaturas. Es un acto de soberbia que se concreta en la transgresión del precepto, pero que afecta al legislador.

En el libro del Génesis tenemos el pecado modelo (de origen), que describe el proceso psicológico y religioso mediante el cual se llega a la aberración grotesca de “creerse dios”. Veamos:

  • Adán-Eva aparecen como una pareja adulta, usufructuando del jardín y de la íntima amistad con Dios. Allí todo es don.
  • Eva dialoga con la serpiente en presencia de Adán; hay, pues,

corresponsabilidad.

  • En el diálogo se manipula la palabra de Dios: Se relativiza y exagera el mandato divino, se siembra la duda y la sospecha sobre la intención divina y, al final, es la serpiente quien impone su ley: – “¡No; nada de pena de muerte!”.
  • La duda lleva a la sospecha de la intención del legislador: Es que Dios no quiere competidores, “conocedores del bien y del mal”.
  • La malicia del pecado no está tanto en el acto externo de desobediencia, sino en el desorden interno que tiene lugar en el corazón (interioridad) del hombre: Sumisión a la serpiente y menosprecio de Dios: Cambiar al Creador por la creatura. 
  • De esta ruptura interior brota la conciencia de culpa: Se vieron desnudos, se llenaron de vergüenza y se escondieron de su Creador.
  • Pretenden liberarse de la culpa diluyéndola y transfiriéndola en otro, visto como inferior.
  • La sanción anunciada se cumple: la expulsión del paraíso, la imposibilidad de apropiarse del árbol de la vida y la incursión impetuosa de la Muerte. De todas las muertes.

Cuando Eva-Adán tuvieron en sus brazos el cadáver de su hijo Abel, comprendieron el alcance de su pecado; y cuando Caín, el todavía superviviente, jura vengarse siete veces sobre quien le produzca un moretón, la Biblia no hace más que describir proféticamente nuestra realidad actual. Eva inicia la serie de madres que, pico y pala en mano y bajo el ardiente sol, abrazan un cadáver imaginario porque, el de carne y hueso, Caín, el poderoso, lo asesinó y escondió en el desierto: en todo México. Nada supera el realismo quemante de la Palabra de Dios.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de junio de 2023 No. 1457

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