Editorial

El martes 16 de febrero de 2016, el Papa Francisco tuvo un breve encuentro con niños de catecismo en la Catedral de Morelia, durante el viaje apostólico a México. Fue un encuentro sencillo. “Le voy a pedir a Jesús que los haga crecer con mucho amor, con mucho amor, como tenía Él. Con mucho amor para ser cristiano en serio…”.

El mensaje es muy bello, más cuando pidió a los pequeños que pensaran en su familia, en sus amigos y en aquellos con los que estaban peleados. Y en todas las personas que nos ayudan a crecer en la fe y en la vida –las monjas, los curas, los profesores, los maestros en la escuela, mamá, papá, los abuelos—para, en silencio, pedir que a ellos, Dios los bendiga.

Ahí está la clave para el futuro de México. Si esos niños del catecismo hicieron caso a las palabras del Papa, serán semilla de un país diferente al que les estamos heredando. Una lección para todos los adultos que, de alguna u otra forma, tenemos niños cerca. ¡Enseñemos con el ejemplo que crecer en el amor, crecer como Cristo, es posible!

Cuando muchos se preguntan, en medio de las ejecuciones cotidianas, de los pactos de exclusión y de las rabiosas indiferencias con las que se propaga el poder absoluto, ¿y yo qué puedo hacer por México?, la respuesta la dio el Papa a los pequeños en Morelia: háganlos crecer en el amor a Dios, al prójimo y a sí mismos.

No, no saldrán en los titulares de la prensa como héroes. Pero es el heroísmo cotidiano al que estamos llamados los laicos en un país maravilloso al que se lo está acabando el odio.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de junio de 2023 No. 1456

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