Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

A lo largo del Año Litúrgico, como actualización diaria del misterio Pascual de Cristo, se le da un lugar privilegiado a la Santísima Virgen María.

Sobresalen ciertas fiestas marianas. En estos días celebramos la Natividad de la Santísima Virgen María, 8 de septiembre; celebraremos el próximo día 15 del mismo mes a Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Patrona de la Diócesis de Querétaro. Después vendrán las fiestas de la Inmaculada Concepción, el día 8 de diciembre y nuestra fiesta entrañable de la Virgen María de Guadalupe, el 12 de diciembre.

‘El solo nombre de la Madre de Dios contiene todo el misterio de la economía de la encarnación’, en palabras de San Juan Damasceno. En María se compendia toda la Sagrada Escritura de forma densa, sobria y viviente, de profecía y de realización, de memoria y de icono. Su misterio se ofrece como símbolo de todo el misterio cristiano, como clave interpretativa, como primera Iglesia, como paradigma de lo infinito en la receptividad de lo finito.

Como ser en recepción y ser en donación, acontece como lugar teológico, – locus theológicus de la nueva humanidad regenerada. La estructura profunda del misterio de María es la estructura misma de la alianza vista por la parte de los hombres, según La Poterie.

Ella es la que ha de ser contemplada y a través de Ella realizar el quehacer teológico de fe: ‘Sobre ella destaca el nexo de los misterios, el entrelazado íntimo de los misterios en su mutua frontalidad así como en su unidad’, en expresión feliz de Joseph Ratzinger, nuestro  amado Benedicto XVI, de feliz memoria.

La memoria de la fe en el testimonio bíblico deja que surja en la reflexión sobre la Virgen Madre, una ley de totalidad. No se puede hablar de María, sino en relación con su Hijo y con la economía integral de la revelación y de la salvación.

La Historia de María Santísima es la historia abreviada del mundo, su teología en una sola palabra, Ella es ‘el dogma vivo, la verdad sobre la criatura realizada’, según el teólogo ortodoxo, Evdokimov.

Refleja en sí las supremas verdades de la fe (LG 65). En la historia de la Virgen Madre se hace posible descubrir la lógica de Dios, manifestada a lo largo de la Historia de la Salvación. Es necesario reconocer en Ella una especie de principio de conocimiento  del designio salvífico y verla como un ejemplo patente.

María remite a la totalidad del misterio y al mismo tiempo lo refleja en sí. La memoria ilumina la profecía. Es mostración y ocultamiento; es enseñanza envolvente de su misterio maternal en sus palabras, gestos y compromisos, ‘el hágase’, núcleo de identidad de su persona.

Acercarse a ella es tocar el misterio: su desvelarse y ocultarse, del ser y del aparecer, del ser y del decir, del ser y del amar.

En Ella, su misterio puede tocar las fibras más interiores de nuestro ser y puede poetizarse, porque Ella es la poesía de Dios, porque Dios ‘también es poeta’.

María Santísima nos introduce en el misterio del Dios Amor. Su misterio es fontal y luminoso.

Demos tiempo a la contemplación del misterio de María Santísima; descubramos los nexos profundos del misterio de María Nuestra Madre, con Dios uno y trino, con la Historia de la Salvación, con la Iglesia y con cada uno de nosotros.

La contemplación del misterio de Ella y en Ella, nos puede llevar a actualizar su acción en nosotros y a hacerla presente en nuestra vida.

 

Imagen de Marlon Paz en Cathopic


 

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