Fray Rafael García Tovar, T.C. trabaja en la pastoral juvenil y vocacional en la ciudad de Bogotá, Colombia, desde allí nos comparte un poco de su vida y trabajo con los Frailes Terciarios Capuchinos Amigonianos.

Por Valeria Vázquez

Fray Rafa nos platica:

Conocí a los terciarios capuchinos por una prima que fue religiosa de la Comunidad de las Nazarenas Dominicas de Nazaret, y los terciarios eran los capellanes de su comunidad. Cuando yo estoy con la inquietud vocacional, mi prima me da referencias de los frailes por el trabajo con los jóvenes, por la cercanía, por la espontaneidad, por la fraternidad, y me dijo que posiblemente en esa búsqueda vocacional que yo tenía, que, si encontraba los terciarios, podría encontrar el camino para ser feliz.

Formación para la vida

La formación amigoniana es una formación para la vida. Es tomar los principios evangélicos y aplicarlos a una práctica social humanizante. Me cambió la vida porque yo ya venía haciendo eso, eran los anhelos, y había hecho algunas prácticas en mi afán de conocer a Dios, como repartir pan con chocolate a indigentes y trabajar con grupos juveniles. En medio de esas prácticas me di cuenta de que había una comunidad que se dedicaba al trabajo social por los más vulnerables, así como el trabajo con los jóvenes, trabajo en lo cual yo me sentía y desempeñaba muy bien. Entonces allí comencé a motivarme más, esto fue impulsándome para seguir desarrollando mi estilo de vida buscando la plenitud, y cambiando muchos conceptos de acomodamiento que yo traía, esto fue un proceso paulatino paso a paso, no fue de repente, y sigue, me sigue cambiando la vida cada día.

Aceptar a mi hermano

La aceptación del hermano yo pienso que es la primero que cuesta. Es más fácil hablar de acompañamiento, de pedagogía, del amor, con las personas de fuera, con las personas externas, pero pienso que el primer llamado es la aceptación de mi hermano tal cual es. Para que también pueda yo ser aceptado y por supuesto.

El camino amigoniano

La pedagogía amigoniana la vivo desde mi labor en la pastoral, en el acompañamiento con los jóvenes, mostrándole que el camino amigoniano es un camino de Dios, fundamentado en el Señor, que, si bien hay obra social y hay acción humanizante, no es filantropía, es una acción evangélica. Entonces el poder entregar lo que sé, el poder mostrarme como soy, el poder decirles a los otros que en esa búsqueda de Dios este camino se acomoda perfectamente, porque vivimos el Evangelio.

El testimonio del laico

Cuando se habla de testimonio, a veces se piensa de una persona que no era creyente y comenzó a creer o la persona que tenía un cáncer y se curó, entonces creemos que todo lo sobrenatural o lo extraordinario a los ojos humanos se convierte en testimonio, pero en realidad toda la vida es un testimonio. El hecho de una vocación religiosa termina siendo un testimonio de vida, un testimonio para mostrar el hecho de encontrarnos, por ejemplo como en un encuentro amigoniano que con distintas culturas, distintas formas de ser, y poder crear lazos se convierte en testimonio. Hablaría de personas concretas, de laicos que me han formado con su talante, con su entrega, con su servicio, con su oración y me muestran una cara amable de la Iglesia. Desde el laicado me invitan a mí a ser mayor testimonio, pues soy un consagrado y lo asumí voluntariamente.

“Estar con ellos”

He trabajado con jóvenes, desde centros reeducativos, centros cerrados, centros abiertos o semicerrados en colegios, pero sobre todo con la pastoral juvenil y pastoral vocacional. Nosotros tenemos un manual pedagógico y un paso a paso de acompañamiento con unos niveles, así como unas etapas de crecimiento para el acompañamiento de los jóvenes. Pero lo que yo trato de hacer es vivirlo, no solamente es de la teoría, sino es de la práctica, sobre todo de la simplicidad, el abrazo, la cercanía, el mostrar que el religioso no es el que manda, es el sentirme igual con otros y con todos. Creo que ha sido el camino que yo veo, por el que he optado y con el cual he podido encontrar esa acción pedagógica concreta en mi vida para reflejar la luz a los otros. Estar con los jóvenes, como lo decía el padre fundador y como lo decía domingo María Alboraya, uno de nuestros mártires, es “estar con ellos”, con ellos jugamos, con ellos caminamos, con ellos comemos, es decir, estar con ellos.

La misericordia

Tristemente hemos tomado la pedagogía amigoniana como labor pedagógica en centros cerrados y colegios, pero eso es mutilar el carisma. Yo creo que la misericordia es el regalo que nos deja el padre fundador, es el Evangelio aplicado a algo concreto. Creemos en Cristo, pero esa creencia no se queda en la contemplación, sino que va a una práctica y una práctica misericordiosa que no está limitada solamente a los jóvenes, sino también a las familias. Que no está limitado solamente a los farmacodependientes, a los jóvenes con algún problema de drogas, en Colombia hemos relacionado terceros capuchinos con que solo son para trabajar con jóvenes difíciles, delincuentes,  farmacodependientes o drogadictos, pero yo creo que va más allá, es misericordia con el que está solo, con el que tiene mucho dinero y no tiene nada, con la familia que se está separando, es llevar ese mensaje de Dios, ese mensaje de misericordia aplicado a una acción concreta.

 

Los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, también conocidos como «amigonianos», en recuerdo de su fundador, es una Congregación creada por Monseñor José María Amigó y Ferrer (cuyo nombre en la Orden fue fray Luis de Masamagrell).

El objetivo principal de los Terciarios es promover el desarrollo integral del menor, procurando su realización individual y su progresiva readaptación y reinserción en su medio sociofamiliar, ayudándole a adquirir madurez y autonomía.

Los Capuchinos Terciarios desarrollan sus actividades en trece naciones de Europa y América.

amigonianoscg.org

 

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