Por Sergio Ibarra

Las funciones matemáticas nos enseñan y luego nos sirven para establecer relaciones entre variables. Estas pueden ser con valores cuantitativos como la temperatura o la presión del cuerpo humano, pero también pueden ser cualitativas, como los gustos o los motivos de una conducta. Me quiero referir a las dos variables que definió el magistrado y político griego Pericles (495 AC – 429 AC) estableció que las leyes restringen la libertad y luego restringen la tiranía.

Los conceptos vertidos por los griegos en la antigüedad fundamentaron el cuestionamiento hacia la existencia de las monarquías y de ahí surgió la república romana qué, como sabemos, desapareció. Hace unos doscientos años la democracia fue retomada, pero en una situación radicalmente distinta. Ciertamente la religión continúa formando parte de las sociedades humanas, pero hubo una nueva variable: la industria. Su influencia ha sido determinante para que la vida humana transitara de la sociedad rural que prevalecía desde la antigüedad hacia el urbanismo. La ONU estima que para el año 2050 el 75% de la población mundial será urbana.

Siguiendo a Pericles, hay dos valores esenciales en las democracias: la autoridad y la libertad. En las monarquías o dictaduras solo existe la autoridad. En cambio, los gobiernos democráticos se manifiestan en las instituciones que los conforman y son las encargadas de regular los servicios de salud, educación o la cultura a la población, entre otras. Estas instituciones se encargan de poner orden en las actividades, intercambios y la convivencia social.

La libertad es la mayor manifestación valórica de la ciudadanía. Gracias a ella, cada quién puede elegir y esforzarse por tener un oficio, donde vivir, qué comer, la forma de divertirse o con quien convivir. La ecuación de la democracia se compone de estas dos variables: la autoridad y la libertad. El desafío es que tienen signos opuestos, es decir, una le quita al otra. La libertad y la autoridad son lo mismo y salvo que existiese un equilibrio ideal entre ambas, quienes gobiernan y el pueblo que gobiernan, vivirían en una perfecta armonía.

La historia nos enseña que lo anterior, no es así. Usualmente la sociedad suele ir más rápido que el gobierno. Para ejemplificar cito a Pasteur, el gran inventor de los antibióticos. Cuando lo hizo público, se empezaron a producir y a usar sin la existencia de regulaciones, ni para su producción, ni para su prescripción, comercialización, precio y uso. Hoy sin una receta médica, no es posible obtenerlos.

Imaginemos que la autoridad y la libertad actúan como tubos comunicados con un líquido, como se ilustra en la figura. De un lado está la autoridad o sea el gobierno y del otro la libertad o sea la sociedad o la ciudadanía, en medio de ellas están las instituciones encargadas de ordenar y poner orden. Supongamos un caso en donde hay más autoridad. Por ejemplo, prohibir el uso de bolsas de plástico en los super mercados. La ciudadanía tendrá que hacerse responsable de utilizar bolsas de su pertenencia. Una medida de este tipo trae consecuencias, por una parte, afecta a los productores de bolsas de plástico y al empleo, pero por la otra, se reducen deshechos que no son biodegradables y difícilmente reciclables. La problemática de la basura urbana es un asunto creciente y complejo que va a requerir de más autoridad y de menos libertad, si queremos resolverlo. Este es un caso que ilustra como la actuación de la autoridad pone orden: menos uso de bolsas de plástico traerá menos empleos y pérdidas financieras, pero a cambio una disminución significativa de contaminación y agresión al medio ambiente. En Querétaro en los últimos diez años se ha duplicado la cantidad de basura.

Hoy nuestro país se encuentra ante un escenario de exceso de autoridad. Haber militarizado instituciones que le pertenecían al ámbito civil, como la policía de caminos y otras, en guardia nacional, la construcción y operación de aeropuertos comerciales, que en cualquier parte del mundo son operados por la iniciativa privada, construir una refinería, un tren e inclusive la construcción de hospitales. Es evidente que, estas medidas, han creado un desequilibrio de mayor autoridad y menor libertad con la consecuencia que van directamente en contra de la libertad ciudadana al cancelarse la libre competencia y al no respetarse el estado de derecho. Hay que llamar a las cosas por su nombre, lo anterior, implica el surgimiento de una tiranía. Lo que acabaría con la ecuación de la democracia y la libertad.

En este mes de junio tendremos la oportunidad de incidir en la ecuación de la democracia. ¿qué quiere decir? Que será el momento en que estos vasos comunicantes reciban una mayor carga ciudadana a la libertad y le pongamos un balance a una autoridad que ha pretendido acabar con la propia democracia que le dio vida. Tendremos aún en nuestras manos decidir qué México queremos y en consecuencia, a qué variable deseamos darle más peso: a la democracia o a la dictadura, el resultado de la ecuación es si queremos o no seguir siendo una nación con libertad.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de marzo de 2024 No. 1495

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