Por Rubicela Muñiz
La labor de Cáritas tiene muchos rostros, y uno de ellos es el del Pbro. Leonardo Morales Gutiérrez, párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Costa Azul (Guerrero) y coordinador de Cáritas Acapulco desde hace cinco años. Desde octubre del 2023 a la fecha, han apoyado a miles de familias a causa de los desastres naturales y, aunque el trabajo es arduo, no hay tiempo para flaquear en esta importante misión.
– Padre Leonardo, le ha tocado un año difícil al Estado de Guerrero y en particular a Acapulco a causa de los huracanes, ¿cómo lo han vivido?
Ha sido un año difícil porque primero nos tocó vivir la experiencia del huracán Otis que fue categoría 5 y que hizo un daño grande en Acapulco y Coyuca de Benítez. Ahora nos tocó vivir el huracán John, que trajo mucha lluvia, como en muchos años no habíamos tenido, y que inundó la zona de Punta Diamante, Colosio, Llano largo, Tres Palos, las colonias cercanas al río de La Sabana, El Renacimiento etc. Cabe señalar que hubo lugares como la Colosio, Llano Largo, El Arenal y Candelillas en donde el agua cubrió todo el primer nivel de las casas, por lo cual muchas familias solo quedaron con la ropa que llevaban puesta. También fueron afectadas muchas colonias en la parte alta de Acapulco por deslaves y lamentablemente hubo varias personas que fallecieron.
Pero, por otra parte, hemos vivido algo muy hermoso que es la solidaridad y el buen corazón de muchas personas, de muchas organizaciones. Las Cáritas diocesanas, la autoridad civil, organizaciones civiles locales, nacionales, internacionales, organizaciones de otras creencias nos hemos unidos para ayudar y así poder salir adelante. Grande ha sido el daño causado por estos fenómenos naturales, pero más grande ha sido la ayuda que hemos recibo de muchas personas buenas que han compartido con amor de lo que necesitábamos en ese momento de crisis.
– Los años de experiencia de la institución son claves para enfrentar fenómenos de esta magnitud, ¿qué conlleva coordinar una labor como esta?
Nuestro arzobispo, Mons. Leopoldo González, nos ha insistido mucho en que cada parroquia tenga una cocineta, despensa para algunos días, baños, así como un fondo de emergencia. Creo que con lo que hemos vivido tenemos más claro de lo necesario que es esto para poder enfrentar estas emergencias.
Para coordinar esta labor en Cáritas, y poder atender la emergencia, está primero la ayuda de Dios que, ante tantos desvelos, cansancios, malpasos, etc., experimentamos el ánimo y la fortaleza para seguir trabajando en bien de nuestros hermanos más afectados. Segundo, nuestro obispo es quien está a la cabeza animándonos y coordinándonos en la labor de atención a la emergencia con reuniones donde se va intercambiando la información. Y tercero, los párrocos, junto con la feligresía de la cual forman parte los equipos de pastoral social, hacen posible que la ayuda pueda llegar a lugares donde todavía no ha llegado.
–¿Aún seguían atendiendo afectados por el huracán Otis cuando llegó John?
Cuando llegó John aún estábamos atendiendo, como Cáritas Acapulco, a familias afectadas por el huracán Otis en la etapa de rehabilitación de sus viviendas, concretamente en el reparto de láminas galvanizadas, en el apoyo con algunos tabiques que nos llegaron como donación. Gracias a Dios y la generosidad de muchas personas e instituciones, se pudo apoyar a muchas familias. Fue lamentable la pérdida de vidas y el hecho de que muchas personas que apenas se iban recuperando del huracán anterior, volvieron a ser afectadas.
– ¿Los desastres naturales son el mayor reto de Cáritas o existen otros?
Creo que los desastres naturales se han convertido en nuestro mayor reto y lamentablemente se van a seguir presentando por el cambio climático. Sin embargo, gracias a Dios vamos aprendiendo de la experiencia y estamos tratando de tener todo lo necesario en Cáritas Diocesana y en las parroquias para poder atender de la mejor manera estas emergencias. Tenemos en la parroquia de Coyuca de Benítez un equipo y en la parroquia de Espinalillo cinco equipos que se capacitaron varios meses con el apoyo de Cáritas Mexicana para atender emergencias.
Por otro lado, tenemos también un reto grande: la violencia. Acapulco ha sido unas de las ciudades más violentas del mundo. Hay cada día muchas personas desaparecidas, asesinadas, cobro de piso, desplazamientos forzados. Como Iglesia oramos por la paz, pero también tenemos un proyecto llamado PAVV (Programa de Acompañamiento a Víctimas de las Violencias). Este programa busca dar un acompañamiento integral a las víctimas de las violencias, para que puedan sanar y no se conviertan en victimarios. El acompañamiento es espiritual, pastoral, psicosocial y jurídico. Es un proyecto con enfoque de construcción de paz.
Otro reto sin duda que tenemos es cómo llegar, cómo trabajar con los victimarios para lograr su conversión y ya no sean generadores de violencia.
– ¿Esa violencia afecta la labor que ustedes desempeñan?
La violencia que se vive en Guerrero como en gran parte del país si afecta a nuestra labor, porque no podemos visitar comunidades o algunas colonias en ciertos horarios por los riesgos que esto implica. Por ejemplo, hay parroquias donde hay mayor presencia de grupos delictivos y se trabaja con el PAVV, no se habla de víctimas acompañadas por protocolo de seguridad, se dice grupo de oración por ejemplo, aunque realmente se está dando un acompañamiento integral a víctimas en el centro de escucha.
– ¿A disfrutado a lo largo de estos cinco años estar al frente de Cáritas?
Me gusta este servicio porque podemos ayudar a los hermanos y hermanas que más sufren por pobreza, por la violencia o por algún fenómeno natural. Ayudar es lo más hermoso que siento en mi corazón.
Este servicio también me gusta porque se ayuda de tres maneras: Primero en la asistencia, la cual es temporal mientras pasa la crisis; segundo en la promoción humana, es decir, ayudar a las personas a que sean sujetos de su propio desarrollo; y tercero, en lograr la transformación de las estructuras humanas para que estén al servicio del hombre. Dicho de otra manera, a veces hay que dar el pescado, luego enseñar a pescar y, por último, entre todos trabajar para que siempre haya condiciones favorables y nunca se acaben los pescados.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de octubre de 2024 No. 1528