Por Enrique Sánchez Martínez, Obispo Auxiliar de Durango |

Aunque se ha dicho que en México ha disminuido la violencia y la inseguridad, en términos generales, no es del todo cierto, disminuye en unos Estados y aumenta en otros (como es el caso de Michoacán y Tamaulipas, y otros).

Los mexicanos y especialmente los jóvenes, están entre los cinco países más pesimistas de Iberoamérica. La violencia y la inseguridad son el principal problema que enfrentan los jóvenes, que además tienen el dilema de ser víctimas y victimarios. Otro reto en México es atacar la drogadicción y el alcoholismo. Los obispos señalamos lo siguiente: “El porcentaje de jóvenes que, incluso teniendo estudios, no tiene acceso a empleos estables y remunerados es muy alto. Esto hace que muchos de ellos, ante la falta de alternativas, sean oferta laboral para la demanda de quienes se dedican al narcomenudeo o a la delincuencia organizada. La pre­cariedad del trabajo y el subempleo también están entre los factores que explican la violencia urbana” (Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna, Conferencia del Episcopado Mexicano)

Una encuesta realizada por la Organización Iberoamericana de Juventud, revela datos que se deben tener en cuenta. La encuesta que se aplicó en 20 países y a alrededor de 20 mil jóvenes de entre 15 y 29 años, evidencia que los jóvenes mexicanos, son los que menos confianza tienen en instituciones como policía, gobierno, justicia, medios de comunicación, universidad, organizaciones sociales y democracia.

En México hay 37.9 millones de jóvenes, y es el segundo país con mayor población juvenil, precedido de Brasil, donde hay 50 millones. Más del 70 por ciento de los encuestados cree que su situación personal será mejor en cinco años, pero cuando se les preguntó sobre el porvenir de sus países, el optimismo se redujo a menos de 60 por ciento. En el índice de Expectativas Juveniles, que mide grado de perspectiva positiva o negativa sobre el futuro, los mexicanos están entre los cinco más pesimistas.

La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), ha realizado un comparativo de inseguridad y violencia “Cómo es la vida” (“How’s life”) y México se encuentra a la cabeza del comparativo de inseguridad y violencia (eleconomista.com.mx/finanzas-publicas/2013/11/05).  En este comparativo entre países de la OCDE y emergentes, se revela que México tiene la mayor proporción de homicidios intencionales y de víctimas.

Según los comparativos en México, con datos del INEGI, al 2010 se presentaron 25 homicidios por cada 100,000 habitantes. En 1995, esta cifra era de 18 asesinatos por cada 100,000 habitantes. Detrás de México, en el segundo lugar del comparativo, se ubica Brasil, con 19 homicidios por cada 100,000 habitantes.

Según informes del gobierno federal el número de homicidios dolosos entre diciembre del año pasado y julio de 2013 fue 13% menor en comparación con el mismo período de año 2012. De estos, los vinculados a delitos federales se redujeron en 20%. La tasa de homicidios de México, sigue siendo una de las más altas de América Latina, entre economías similares. Hasta el cierre de 2012, la tasa de homicidios dolosos y culposos en México fue de 32 por cada 100,000 habitantes (mexico.cnn.com/nacional/2013/09/03).

Ya no se habla de guerra contra el narcotráfico, sino de una estrategia, pero la situación de violencia sigue siendo preocupante en nuestro país. Las Fuerzas Armadas siguen teniendo un papel principal. Pero lo más importante serán las estrategias y las acciones con las que se quiere contrarrestar la violencia e inseguridad, como lo es el dar mayor prioridad a los programas comunitarios de prevención del delito.

Se está dando una tendencia a la baja, pero falta mucho para un país que duplicó en tres años su tasa de homicidios intencionales. La tasa de incidencia más baja en homicidios (dolosos y culposos) reportada en el país durante la última década, fue la del año 2007 cuando hubo 23.8 homicidios por cada 100,000 habitantes, según el gobierno federal.

La inseguridad y la violencia en todos los niveles es responsabilidad de todos: del gobierno, de la sociedad civil, de los empresarios, de la Iglesia, de la familia, de las escuelas, etc.

Los obispos de México nos hemos comprometido a: Acompañar pastoralmente a los adolescentes y jóvenes para que vayan des­plegando sus mejores valores y su espíritu religioso y ayudándoles a descubrir el engaño del recurso a la violencia para solucionar las dificultades de la vida. De igual manera es preciso despertar en ellos la inquietud por encontrar los caminos para una felicidad auténtica y para alcanzar la plenitud de sentido de la existencia. Es un imperativo ayudarles a adquirir aquellas actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar que funden, y que los convertirán en constructores solidarios de la paz en el presente y futuro de la sociedad.

 

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