Por Tomás De Híjar Ornelas

“Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos..” Papa Francisco, F.T. 11

El balance de lo acaecido hace 500 años en el continente americano, la expansión de las fronteras de la soberanía castellana a partir de 1519 tras una experiencia larga y lenta en las Antillas Mayores y Menores comenzó en 1992,

sigue dando de qué hablar y más cuando está ya en marcha la cuenta regresiva de la caída de Tenochtitlan, portentosa ciudadela erigida por los mexicas dentro del lago de Texcoco y tomada luego de un prolongado y mortífero asedio, el 13 de agosto de 1521.

Echar la escultura de Cristóbal Colón de una de las glorietas del Paseo de la Reforma (originalmente, Paseo del Emperador) le ahorrará en lo sucesivo a la memoria del tenaz navegante ser el blanco de la ira de los simpatizantes de la leyenda negra hispana, que de muchos años a la fecha no perdían la ocasión para apostarse a su alrededor para vandalizarla.

A principios del siglo pasado se rescató el 12 de octubre para enfatizar el eslabonamiento entre el Occidente cristiano con las culturas amerindias, derivando de ello lo que pasó a llamarse Día de la Raza, de la Hispanidad, del Respeto a la Diversidad Cultural, de Colón, del Encuentro de Dos Mundos y hasta de la Resistencia Indígena.

Faustino Rodríguez-San Pedro, en su calidad de presidente de la Unión Ibero-Americana, encabezó en 1913 la iniciativa de conmemorar los efectos culturales nuevos que produjo el encuentro y fusión del tal suceso y el patrimonio cultural hispanoamericano con tan buenos resultados que un lustro después España convirtió la fecha en fiesta nacional, adoptando luego (1958) el nombre propuesto por el presbítero Zacarías de Vizcarra, Día de la Hispanidad, en sustitución, por “poco feliz y algo impropia” del de Día de la Raza.

Y como el adjetivo cuajó, podemos considerar lo que significa. Hispanidad según el Diccionario de la Lengua Española: “carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica”. Eso, si los reducimos a lo esencial o a lo absolutamente indispensable son estos dos ingredientes: la lengua castellana y la fe católica, yunque y martillo de la forja que ha modelado la vida y la sensibilidad de una porción grandísima, 580 millones de hispanohablantes hoy en día, de la lengua que más se usa como nativa en el mundo, no menos que el factor de más peso para la confesión con más afiliados en la faz de la tierra, la fe católica.

Con lo dicho, a nadie debe extrañar que la hispanidad tenga viscerales enemigos que desde hace mucho hacen cuando pueden por talar, justamente, la lengua de Cervantes y la fe de Teresa de Jesús, en eso que Francisco, en Fratelli Tutti, intitula “pérdida del sentido de la historia”, esto es, “la penetración cultural de una especie de ‘deconstruccionismo’, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de octubre de 2020. No. 1320

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