La vida no ha sido la misma con la pandemia. A muchas madres les toca quedarse con los hijos en casa mientras sus esposos trabajan, por lo que hacerse fuertes y concentrarse en lo bueno, es la mejor opción.

Por Marcela Cadena

Sin duda este tiempo ha sido para mí, como para muchas personas, un fuerte y obligado retiro de introspección en el cual descubrí la capacidad de adaptación que tenemos los seres humanos.

Me ha tocado ser papá y mamá a la vez, 24/7, por circunstancias de la vida. Mi esposo ha tenido que irse a trabajar fuera y me quedé sola, asumiendo ambos roles, más los muchos otros que me tocó emprender al estar en casa con los pequeños.

Debo confesar que al principio me invadió el miedo y pensé: “¿Qué haré sola, sin mi esposo?”, “¿quién me ayudará?”, “¿cómo le voy a hacer con todo?”… No ha sido un proceso fácil. Empecé a llenarme de sentimientos sin sentido que me alejaban de Dios, tales como el enojo, la intolerancia, la ansiedad, la frustración.

Hoy puedo asegurarte que, hasta que me abandoné en Dios, me puse en oración constante e incluí a la Virgen María en mis actividades diarias, fue que todo tomó otro sentido.

Siento que empecé a hacer las actividades con amor y paciencia, ofreciéndolas por la situación del mundo y hasta vi a mis hijos con otra actitud de servicio con las labores de la casa (aún a su corta edad: son gemelos de 4 años).

Incluí a este combo de rescate espiritual el ayuno, ofreciendo a Dios mis temores y cansancio, y pidiendo fortaleza y sabiduría para guiar de la manera adecuada a nuestros hijos. Obviamente, ha habido momentos de cansancio y frustración, sobre todo cuando mi niña llora al no entender que su papá esté lejos.

Pero aún en esos momentos de dolor, me encomiendo al Espíritu Santo quien me brinda las palabras adecuadas para calmar su angustia.

Me siento bendecida de que Dios me permitiera experimentar, a través de esta difícil situación en la que nos vimos, a raíz de la pandemia, su amor incondicional, que me mostrara una vez más que nunca estoy sola y que, viviendo para Él, las cosas finalmente estarán bien, sin importar cómo o cuándo.

Te comparto algunos consejos que me están ayudando a manejar el encierro, esperando puedan servirte (si estás pasando por algo similar):

  • Ayuno pidiendo por nuestras necesidades.
  • Oración diaria: el Rosario, la Coronilla de la Misericordia, la Biblia o simplemente hablando con Dios de forma espontánea.
  • Delegar responsabilidades e incluir a los pequeños en las labores diarias del hogar.
  • Regalarme y disfrutar sin culpa un tiempo para mí… ¡Recuerda que una mami feliz es un hogar feliz!
  • Hacer un calendario semanal de actividades recreativas, de estudio y de ejercicio para evitar caer en la monotonía, ansiedad y en los vicios de la tecnología.

Hoy por hoy, me siento más fuerte espiritualmente, veo a mis hijos más tranquilos y cooperativos. Las cosas en casa fluyen mejor y cuando no, simplemente lo tomo con calma; en vez de ver el vaso medio vacío, aprecio y doy gracias por el vaso derramado de bendiciones que tenemos en casa.

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Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de marzo de 2021 No. 1342

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