Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

“El cielo de la fama no es muy grande, y cuántos más en él entren a menos tocan cada uno de ellos.” Miguel de Unamuno

Las comunidades de Mesoamérica que fueron ocupando las tierras altas, así denominadas porque se hayan a más de 1000 metros sobre el nivel del mar, tuvieron ante sí valles a más de 1500 metros de altura, pero de clima muy variado, esto es, o muy favorecidos por la lluvia o áridos según sus coordenadas geográficas,

siendo las del norte las de condiciones de vida más rigurosas, seguida por las del Occidente, las del Bajío y las del centro de México con los grandes valles que redondean esos entornos y de los que algo diremos enseguida.

Engastadas entre cordilleras de la Sierra Madre Occidental, el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur, mil años antes de nuestra quienes las habitaban pudieron beneficiarse del florecimiento olmeca en las artes, los oficios, el comercio y el cultivo de cereales hasta alcanzar sobre todo ello dominio.

Fue así como advino Teotihuacán, la ‘ciudad donde se forman los dioses’, la más esplendorosa de todas y cuya influencia siguió siendo notable incluso después de su caída y gradual abandono, al que tanto contribuyeron las invasiones toltecas y de la fundación de Tenochtitlan. Ninguna de las que vengan luego alcanzará la plenitud, desarrollo y auge que ella sí tuvo.

Las culturas del Eje Neovolcánico se beneficiaron enormemente gracias a un clima que va de templado a frío, aunque sin corrientes importantes de agua y lluvias más escasas que abundantes, con lo que hubo de procurarse el desarrollo de sistemas para aprovechar este líquido esencial sobre el cultivo sistemático del maíz (valle de Tehuacán) e ir ocupando la cuenca lacustre más favorable para la vida, al filo de la cual florecieron Cuicuilco, la apenas aludida Teotihuacan, Tula y, finalmente, corolario de todas ellas, Tenochtitlan.

Sin tener una explicación suficiente de las causas que provocaron el auge y la decadencia de estas capas y niveles culturales, podemos, en cambio, hacer precisiones acerca del modo como se fueron sobreponiendo una sobre otra.

En el caso de las del Eje Neovolcánico acaeció algo que se denomina la Triple Alianza, acuerdo tomado entre los señoríos de Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlan luego de un armisticio entre ellos a favor de un convenio de secuelas definitivas para lo que venga luego, y del que derivó el ascenso hegemónico de los mexicas, asentados en el valle de México a partir de una fecha que no es nebulosa, 1325, y victoriosos sobre sus amos, los señores de Azcapotzalco, a la vuelta de un siglo, gracias al caudillo Izcóatl, con lo que se pudo sellar, el año 1430, la conformación de la sobredicha Triple Alianza.

Al calor de ella los mexicas dieron por sentado el comienzo de su historia a favor de un proyecto que en poco menos de un siglo les permitirá ensanchar sus posesiones hasta alcanzar una fase de dominio idéntica a las otras soberanías imperiales que recuerda la historia, y que consisten en someter por la fuerza pueblos tributarios a los que sus amos tolerarán que mantengan su lengua, usos y costumbres, siempre y cuando estén dispuestos a pagar de forma perpetua tributos, que en este caso lo mismo fueron en especie que en vidas humanas.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de mayo de 2022 No. 1402

Por favor, síguenos y comparte: