PREGUNTAS DE NIÑOS

Antes que nada, hay que saber que la oración es un diálogo de amor con Dios, no una lista de deseos o necesidades.

Pero, cuando dos personas se aman (esposo y esposa, padres e hijos, abuelos y nietos, hermanos entre sí, primos, amigos, etcétera), habitualmente ya conocen de sobra las necesidades del otro, sin embargo, no por eso dejan de hablar de ello.

El Amor de Dios es tan grande, que nuestro Señor no se aburre ni se desentiende cuando le contamos una y otra vez lo que necesitamos, o le relatamos nuestras alegrías o nuestros proyectos, aunque Él ya conozca eso de sobra. A Él le interesa todo lo nuestro, así que podemos estar seguros de que escucha siempre nuestras oraciones, lo que no significa que se vaya a cumplir todo lo que pedimos o deseamos, ya sea porque en el plan misterioso de Dios no nos conviene recibirlo, o porque aún no es tiempo. Si no nos concede todavía lo que le solicitamos, aprendamos a crecer en la fe, a ser insistentes en la oración como la viuda de la parábola que iba una y otra vez ante el juez a pedir justicia (Lucas 18, 1-8), y cultivemos la paciencia como Job.

Pero si rezar u orar es, como ya se dijo, un diálogo de amor con Dios, entonces no es sólo andar pidiendo para uno mismo. Orar también es interceder por otros, dar gracias a Dios, bendecirlo, alabarlo, adorarlo, glorificarlo, contemplarlo y platicar de todo con Él.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de junio de 2022 No. 1407

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