Por Mónica MUÑOZ|

 Es muy fácil decir que la solución a los graves problemas que se han generado en el mundo se resolverían si todos pusiéramos de nuestra parte para lograrlo, pero lo cierto es que no todos estamos dispuestos a hacer lo que nos toca para transformar esa porción del planeta en la que nos movemos a diario.  Y es que actualmente ocurren tantas situaciones violentas que dan ganas de que se acabe el mundo, sin embargo, no debemos dejarnos invadir por la desesperanza, porque aún hay remedio para ello.

Claro que no es una fórmula mágica, requiere de sacrificio, tenacidad, entrega, paciencia y mucho amor ¿de qué se trata? De que los matrimonios que tienen hijos y están en crisis  luchen por salvar su relación, que recuerden qué los hizo elegirse el uno al otro para compaginar sus vidas y superar todos los obstáculos que los separan.  Y es que, para nadie es un secreto que los niños que crecen en una familia disfuncional están más expuestos a convertirse en delincuentes o a tomar decisiones equivocadas muy jóvenes que aquellos que viven con sus padres, porque eso les brinda un entorno seguro, tranquilo y por lo tanto, feliz.

Cuando los niños ven a sus padres pelear, es seguro que aprenderán lo mismo.  Si el padre maltrata a la madre, el daño provocado no podrá ser resarcido por más terapias que reciban, porque a tierna edad las figuras más importantes para un niño siempre serán sus papás, así que la confianza que deposita en ambos estará bien recompensada si se tratan con respeto.

No puedo dejar de pensar en los niños que tienen que soportar maltratos porque sus progenitores no estaban preparados para enfrentar la responsabilidad de traer un hijo al mundo.  Y las cosas empeoran cuando llega el divorcio al hogar.  Es tan doloroso que los expertos dicen que es comparable a una pérdida por muerte y lo que sigue a la separación es todavía más difícil de enfrentar para los hijos, no importando la edad que tengan, pues tener a las personas más importantes para ellos en casas distintas y  pasar un tiempo con cada uno de los padres en lugar de convivir con ellos bajo el mismo techo puede ser un infierno.

No es de sorprender que la conducta de los niños sometidos a tanta presión cambie radicalmente.  Un pequeño que antes era tranquilo y feliz puede convertirse en agresivo y rebelde, bajar calificaciones en la escuela, presentar miedos y temores aparentemente infundados, inseguridad y muchas actitudes más que sólo serán el reflejo de la tristeza que lo embarga.

Una persona me contaba sobre un niño muy simpático que comenzó a presentar problemas de conducta en la escuela, a tal grado que en un arranque de furia, golpeó a la maestra.  Hablaron con el padre y resultó que la mamá los había abandonado.  Se le sugirió que buscara a su señora y le planteara la situación, que solicitaran ayuda y superaran sus dificultades.  A las pocas semanas, el niño comenzó de nuevo a sonreír y  a ser amable.  ¿Qué había pasado? Su mamá había vuelto al hogar.

Por supuesto, existen situaciones donde resulta intolerable que una mujer perdone a su esposo si éste abusa continuamente de ella pero, si ambos reconocen que necesitan ayuda y acuden a buscarla, puede darse un final feliz.  Si ocurriera que el hombre violento no deseara hacer nada al respecto, lo mejor sería que la esposa se separara cuanto antes para evitar una desgracia,  en tal caso, para los hijos será mejor sufrir la separación que continuar viendo como es maltratada su madre.

Pero cuando los casos no son tan extremos, donde sólo pasa que los cónyuges se sienten abrumados por los problemas cotidianos y comienzan a experimentar tedio en su relación, es importante que se abran al diálogo para que juntos descubran qué está generando dicha situación y que busquen ayuda para recuperar su matrimonio, es lógico que pasado el primer año la ilusión se termine, la sensación de estar viviendo como en un sueño acaba y llega la cruda realidad, esa que hace ver a la pareja como es realmente, porque la diaria convivencia es distinta a la etapa de noviazgo, donde todo el tiempo tratan conquistarse mutuamente arreglándose el uno para el otro, procurando mejorar actitudes desagradables o esmerándose en hacer feliz a la persona amada.

Es urgente que las parejas retomen aquello que los hizo elegirse para hacer una vida en común y se esfuercen en arreglar sus diferencias, primero por ellos mismos, porque ante Dios son una sola carne y después en bien de sus hijos, porque de su amor y ejemplo estarán alimentando sus almas y forjando las personalidades que los harán hombres y mujeres de bien, venidos de una familia feliz que supo comunicarse y pedirse perdón, darse apoyo y sobre todo, amarse en todo momento.

Sólo así estaremos seguros de estar haciendo algo real para transformar el mundo en el que vivimos.  Pongamos manos a la obra.

¡Que tengan una excelente semana!

 

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