Por Diana Rosenda García Bayardo

Ésta es la pregunta clave de la historia de la salvación: ¿Para qué el Señor se encarnó, padeció, murió y resucitó?

La respuesta se puede resumir en este versículo de las Sagradas Escrituras: “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo” (I Juan 3, 8)

Ese mismo libro de la Biblia explica en el capítulo 5, versículo 19: “El mundo entero yace en poder del Maligno”. En Efesios 6, 12, la Palabra de Dios revela que “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino (…) contra los Espíritus del Mal”. Y en Apocalipsis 12, 12 se advierte: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo”.

Las trampas de hoy

Satanás y sus demonios siempre están activos, principalmente a través de la tentación, con la cual acosan a todo ser humano para impulsarlo a pecar.

¿Pero hay alguna estrategia particular con la que el Enemigo de Dios y del hombre esté trabajando de manera particular en esta segunda década del siglo XXI? Así es; hoy, sobre todo, está haciendo que se cumpla aquello de lo cual Dios nos advirtió en Isaías 5, 20: “Llaman al mal bien, y al bien mal; dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad”.

El escritor y periodista italiano Carlo Climati, experto en análisis del satanismo, denuncia que “cada día aumenta el número de jóvenes que se declaran seducidos por el diablo y la magia negra”.

Dice Climati que esto ocurre porque los jóvenes confunden al diablo simplemente con un “ángel rebelde”, y se dejan capturar “por la ilusión de una vida aparentemente libre, sin reglas”. De este modo se crea una confusión y “una especie de sociedad al revés, donde el bien se vuelve mal y el mal se vuelve bien”.

Pretensión absurda

Es decir, el mundo demoníaco no ha cambiado en su pretensión absurda de igualarse a Dios, como se lee en Isaías 14, 12-14: “¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón: ‘Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono (… ) Me asemejara al Altísimo’”.

Satanás no es más que “el príncipe de este mundo” y, además, “ya ha sido condenado”, como anuncia el Rey del Universo en Juan 16, 11. Es decir, el Enemigo, aunque es poderoso y puede causar mucho daño, sin embargo ya está derrotado. Tiene poder, pero no autoridad. La autoridad es de Cristo, y Él ha dispuesto las cosas para que, en su Nombre, el ser humano pueda derrotar las potestades de las tinieblas. Ningún bautizado es capaz por sí mismo de contender con este Enemigo terrible; sólo es posible enfrentarlo mediante Jesucristo y lo que Él ha dispuesto.

La Virgen María lo aplasta

Pero Dios es demasiado grande como para ponerse al tú por tú con Satanás; por eso ha designado a su Madre, María Santísima, la criatura más humilde de todas, para aplastar la cabeza del Enemigo.

En sus apariciones en Fátima la Virgen anunció el triunfo de su Inmaculado Corazón. En esta batalla entre el Bien y el Mal es una certeza el triunfo del Bien, aunque ahora parezca algo casi imposible.

En algún momento las cosas incluso se pondrán mucho peor que ahora; pero eso no debe desalentar, pues la Madre de Dios y Madre de los cristianos ha aclarado: “¡Cuando todo parezca perdido, mi Corazón Inmaculado triunfará!”.

No hay que decaer entonces en la lucha por salvar el alma propia y la de los demás, y hay que acelerar la victoria, que no es del Diablo sino de Dios, mediante la oración, el sacrificio, el ayuno y la penitencia.

TEMA DE LA SEMANA: ¿SIGUE VIGENTE LA ACCIÓN DEL DIABLO?

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 26 de julio de 2020. No. 1307

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